GALILEO GAMILEI


 


GALILEO GAMILEI


1. GALILEO GAMILEI, EXPERTO EN CRECIMIENTO CON Y SIN DINERO EN BUENOS AIRES, QUIERE DEMOSTRAR LA VALIDEZ DE LAS TEORÍAS DE LA ESCUELA AUSTRÍACA.


Habitación de Gamilei en un hotel de Buenos Aires. Es de mañana. Un muchacho, Ramiro Marrano, entra comiendo un paquete de papas fritas.


GAMILEI (desesperado al ver a Ramiro, tapándose los ojos): ¡No, sacá eso de mi vista! ¡Fuera! ¡Fuera!


RAMIRO (obedeciendo, esconde el paquete dentro de su saco): Perdón, me olvidé, ya lo tiré. Tu hermana dice que necesitamos más plata para la campaña.


GAMILEI: Estoy trabajando en eso. Fijate ahí


RAMIRO (levantando un póster de Yuyito González, come una papa mientras lo observa): ¿Esto?


GAMILEI (sacándole el póster): Traé para acá. (Guarda el póster en un cajón.) Yo te digo esa cartulina que está ahí.


RAMIRO: ¿Qué es?


GAMILEI: El organigrama del Estado. El dibujo muestra cómo se debe usar la plata, según la opinión de la casta.


RAMIRO: ¿Cómo?


GAMILEI: Investiguemos. Arriba está la Presidencia.


RAMIRO: De ahí se desprenden un montón de ministerios, secretarías…


GAMILEI: Subsecretarías, dependencias, oficinas, kioscos.


RAMIRO: Cada rectangulito tiene su nombre.


GAMILEI: ¿Qué dice ahí?


RAMIRO: Ministerio de la Mujer.


GAMILEI (quitando el nombre de la cartulina): ¡Afuera! ¿Este otro?


RAMIRO: Cultura.


GAMILEI: ¡Afuera!


RAMIRO: Salud.


GAMILEI: ¡Afuera!


RAMIRO:: Ciencia.


GAMILEI: ¡Afuera!


RAMIRO: Ay, escucharte me da una sensación de… no sé cómo decirlo.


GAMILEI: Libertad, Ramiro, libertad. Probá. Acá dice “Educación”.


RAMIRO: ¡Afuera! ¡Guau, esto es pornográfico! Debería enseñarse en las escuelas.


Lo que sigue Ramiro lo escucha atentamente, mientras come alguna que otra papa cuando Gamilei no lo mira.


GAMILEI: ¡Bien! Desde hace cien años la gente cree que todo gira alrededor del Estado Sol y que todos los astros privados de libertad deben vivir a merced de los caprichos y errores de Aquél. Los emprendedores, los ricos, los deliverys, todos permanecen quietitos mientras les roban con impuestos. Nosotros ahora vamos a terminar con ese sometimiento. El tiempo viejo ha pasado y estamos en una nueva época. Desde hoy no todo lo que es verdad debe seguir valiendo. Todo se mueve, Ramiro. Me alegra pensar que la duda comenzó con la navegación. En nuestro continente se escuchó fuerte el rumor: más allá de la seguridad de las costas existen nuevos negocios. Desde entonces ha sobrevenido el gran deseo: investigar la causa de todas las cosas, por qué la emisión genera inflación y por qué el dólar, que todos quieren y aceptan, no puede ser nuestra moneda y ya. Cada día se descubre algo. Hasta los viejos meados se hacen gritar al oído por los jóvenes los nuevos descubrimientos. Ya se ha encontrado algo pero existen otras cosas que deben explicarse. Mucha tarea espera a nuestra nueva generación. Lo que dicen los viejos libros ya no basta, porque donde la ciencia reinó durante años, ahora reina la duda. El mundo entero dice: sí, eso está en los libros, pero por qué no nos dejan ahora plagiar a nosotros. A la verdad más festejada se le golpea hoy en el hombro; lo que nunca fue duda hoy se pone en tela de juicio, de modo que se ha originado una cuenta corriente de aire que ventila hasta las faldas bordadas en oro de populistas y zurdos, haciéndose visibles piernas gordas y flacas, piernas que son como nuestras piernas. Ha quedado en descubierto que la bóveda central está vacía y ya se escuchan alegres risotadas por ello. Pero las aguas de la tierra plana empujan y fuerzan un nuevo ordenamiento. A esos hombres deseosos de renovación, como vos, como yo, les gustará saber que una nueva economía es posible. Siempre se ha predicado que los ciudadanos están sujetos al Estado que es como un Dios que los cobija y protege. Ahora, nosotros venimos a proponer la audacia de dejarlos moverse en libertad, sin planes ni subsidios, y ellos iniciarán un gran viaje, sin detenerse, (haciendo con la mano el gesto de un avión que se va para abajo) ¡un gran viaje! El universo entero pierde de la noche a la mañana su centro y al amanecer tendrá miles, de modo que ahora cada uno y ninguno será ese centro.


RAMIRO: ¡Oh, temprano albor de posverdad!


GAMILEI: ¿Entendiste lo que te expliqué ayer?


RAMIRO: ¿Qué? ¿Lo de los austríacos?


GAMILEI: Sí.


RAMIRO: No. Es muy difícil, apenas soy un virgo que tiene mucho por crecer.


GAMILEI: Por eso te lo explico.


RAMIRO: Pero no podemos destruir a todo el Estado. Eso es lo que veo.


GAMILEI: ¿Así que ves? ¿Qué ves?


RAMIRO (cantando): Cuando me ves.


GAMILEI (mientras le saca el paquete de papas fritas y lo tira al tacho de basura): ¡No ves nada! ¡Mirás sin observar! ¡Mirar no es observar! (Coloca el tacho en el medio de la habitación). Acá tenés al Estado Sol. Sentate en esa silla. (La sila tiene rueditas. Galilei se para detrás.) ¿Dónde está el Sol, a la izquierda o a la derecha?


RAMIRO: A la izquierda.


GAMILEI: ¿Y cómo llegará a la derecha?


RAMIRO: Si lo llevás a la derecha, por supuesto.


Entra Karina y observa la escena en silencio.


GAMILEI: ¿Solamente así? (Empuja la silla y traslada a Ramiro al otro lado del tacho.) ¿Y ahora, dónde está el Sol?


RAMIRO: A la derecha.


GAMILEI: ¿Y se movió acaso el Sol?


RAMIRO: No.


GAMILEI: ¿Quién se movió?


RAMIRO: Yo.


GAMILEI (ruge como un león): ¡No! ¡Mandril! ¡La silla!


RAMIRO: ¡Pero yo con ella!


GAMILEI: Claro, la silla es el sillón de Rivadavia, el gobierno. Y vos estás encima. Pero no te acomodes porque te corto la cabeza.


KARINA: ¿Qué hacen?


GAMILEI: Le enseño a mirar, hermana mía.


KARINA: ¿Arrastrándolo por la habitación? Ojalá podamos pagar la campaña con esos cuentos. Afuera espera un señor que desea armar un negocio. Viste muy bien y viene recomendado. Haceme el favor de atenderlo y aceptar lo primero que te proponga.


GAMILEI: Okeeeyyy. Hacelo pasar.


Entra Hayden, salen Karina y Ramiro.


HAYDEN: Buenos días, señor Gamilei. Mi nombre es Hayden Davis.


GAMILEI. Me gusta esa moto. ¿Viene usted del Norte?


HAYDEN: Sí, donde oí hablar mucho de usted, señor Gamilei.


GAMILEI: ¿Su familia puso bienes en mi campaña?


HAYDEN: Queremos ayudarlo definitivamente con ese tema.


GAMILEI: ¿Qué intereses tienen?


HAYDEN: Financieros.


GAMILEI: Ajá.


HAYDEN: Memecoins. Ese mercado lo estudié detenidamente. Se gana cinco veces más que con cualquier otro negocio.


GAMILEI: ¿Cinco veces más?


HAYDEN: Sí.


GAMILEI: ¿Cuánto hace que se inventó eso? No estoy interiorizado.


HAYDEN: Hace poco hizo su aparición en el mercado de capitales.


GAMILEI: ¿Y por qué me lo propone a mí?


HAYDEN: Porque necesitamos el apoyo de alguien que no sea un fenómeno barrial.


KARINA (entrando): El secretario de redacción espera afuera.


GAMILEI: ¡Los periodistas…! Eso sí que es delicado. De acuerdo, Harley Davidson. Los detalles los arregla con ella.


HAYDEN: Thanks!


KARINA: ¡Fotito!


Gamilei y Hayden posan con pulgares arriba. Karina saca la foto con su celular. Sale Hayden.


KARINA: ¿Hablaste con Ramiro de eso?


GAMILEI: No creo que…


KARINA: Hablalo igual. Para tenerlo cortito.


Sale Karina. Entra el Secretario de redacción, que tiene un tic muy particular que involucra los hombros y el cuello. Lleva un sobre en la mano.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Vengo a devolverle su sobre. Desgraciadamente, no podemos apoyarlo por tan poco. Usted lo sabe muy bien, las matemáticas no atraen a nuestra audiencia.


GAMILEI: ¡Pero es la economía, estúpido!


SECRETARIO DE REDACCIÓN: ¿Cómo dice?


GAMILEI: ¿Nunca escuchó esa frase?


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Sí, la conozco. Le recuerdo que La Nación cobra más que otros canales, pero a cambio garantiza la libertad para decir cualquier gansada.


GAMILEI: Así que su protección a la libertad de pensamiento resulta un buen negocio para ustedes, ¿verdad? Les permite recibir los sobres más suculentos.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: ¡Eso es injusto! ¡Injusto! ¿De qué le serviría a usted disponer de mucho tiempo al aire si cada zurdo ignorante podría, sin más ni más, refutar sus pensamientos. No hay rosas sin espinas ni políticos sin periodistas, señor Gamilei. ¡Piense usted un poco en la situación actual! ¡En la esclavitud bajo cuyo látigo se corrigen las opiniones en ciertos lugares! Compare eso con la inmensa alegría con que La Nación recibe sus dichos, así sean los más atrevidos. ¡Ahí sí que puede usted hablar!


GAMILEI: Cierto.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Entonces, agregue algunos ceros a este sobre. Esa sería la solución, señor Gamilei. Nosotros bien sabemos que usted es un gran hombre. Y no estoy hablando de la altura. Es un gran hombre, pero un hombre descontento, si usted me permite.


GAMILEI: Tengo más de cincuenta años y no he hecho nada que me tranquilice.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Nuestro apoyo es su tranquilidad.


GAMILEI: Gracias. Mi hermana le dará sus ceros.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Perfecto, lo espero en mi estudio esta noche.


El Secretario se va. Entra Ramiro.


GAMILEI: Tengo que pediirte algo, Ramiro. No hablés con otros de nuestros secretos.


RAMIRO: ¿Por qué no?


GAMILEI: Porque son secretos, marmota. Mi hermana cree que tenemos un topo entre nosotros.


RAMIRO: Yo sería incapaz.


GAMILEI: Sí, lo sé. Sos incapaz. Pero no hay que confiar en nadie por fuera de nuestro triángulo de hierro. Nadie debe saber que mis teorías son apenas hipótesis.


RAMIRO: ¿Qué es eso?


GAMILEI: Es cuando se considera una cosa por cierta cuando todavía no se ha demostrado como hecho real. Por ejemplo… bueno, ahora no se me ocurre uno. Las viejas enseñanzas creídas durante cien años están en completa decadencia. Poca madera queda a los parantes que sostienen esos gigantescos edificios. Son muchas leyes que poco aclaran, mientras que las nuevas hipótesis tienen pocas leyes que mucho aclaran. Pero siguen siendo suposiciones, muy bellas, pero nada más.


RAMIRO (con fastidio y preocupación): Uh, entonces, vamos a tener que demostrar todo.


GAMILEI: ¡No! Denostar todo, eso es lo que debemos hacer hasta que sólo quede en pie nuestra opinión.



2. GALILEO GAMILEI ENTREGA UN NUEVO INVENTO A LA NACIÓN.


Estudio de La Nación. Casi en penumbras. Gamilei subido a un banquito. El Secretario a su lado. Detrás de cámara, observan Karina y Ramiro.


SECRETARIO DE REDACCIÓN (mostrando su celular): Una vez más, en pocos caracteres, Gamilei escribe una página de gloria en este libro de nuestras vidas llamado X. Un sabio de fama mundial acerca a ustedes, queridos televidentes, una valiosísima moneda en la cual podrán invertir la cantidad que más les plazca. ¡Qué fascinante novedad!


GAMILEI: Es un cachetazo a todo lo viejo. Un nuevo mundo se abre a nuestros ojos.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: ¿Te quedás un rato más?


GAMILEI: Por supuesto.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Vamos a una pausa y volvemos con Gamilei. Aprovechen para comprar muchas $Libras.


KARINA (se acerca a su hermano): Tenemos que irnos. Otros compromisos nos reclaman.


GAMILEI: Pero el Secretario me invitó a quedarme.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Está midiendo muy bien.


GAMILEI: Sería una pena desperdiciar este momento de gran promoción.


KARINA: Difusión.


GAMILEI: Como sea. Es lo que queríamos lograr.


KARINA: Sí, pero…


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Tres preguntas más y lo libero.


KARINA: Que sean dos.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Bien. Volvemos del corte.


KARINA (regresa detrás de cámara, a Ramiro): Empezá a toser.


RAMIRO: ¿Qué?


KARINA: Tosé, pelotudo. ¿No sabés toser?


RAMIRO: Sí, pero no te entiendo.


KARINA: Si sigue al aire cuando el precio de $Libra se desplome, estamos fritos.


RAMIRO: ¡¿Qué?! Yo acabo de poner todos mis ahorros ahí.


KARINA: ¡Jodete y tosé!


Ramiro empieza a toser.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Seguimos con Gamilei. Es impresionante lo que está creciendo el valor de tu moneda. ¿Podrías explicarnos su funcionamiento?


Karina se suma a las toses.


GAMILEI: Bueno, esto es un proyecto privado que se dedicará a incentivar el crecimiento de la economía, fundiendo, digo fondeando pequeñas… ¡Por Júpiter! ¿¡Pueden dejar de toser, por favor!? Estoy tratando de explicar un asunto muy complejo y me distrae el ruido que hacen detrás de cámara. (Al Secretario.) Poné orden. No puedo seguir así.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Pero es tu propia tropa la que está tosiendo.


GAMILEI: ¡¿Cómo te animás a acusar a mi gente, pedazo de…!?


Karina empuja a Ramiro al plató para interrumpir la entrevista.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: ¡¿Qué pasa?!


RAMIRO: Eh, mejor nos vamos.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Ah, entiendo, claro, es muy novedoso lo de la moneda y puede causar un problema con la Justicia. (A cámara.) Despedimos a Gamilei hasta la próxima.


Se retiran Gamilei, Karina y Ramiro. Se proyecta gráfico de caída del precio de $Libra.



3. GALILEO GAMILEI VIAJA DESDE LA REPÚBLICA ARGENTINA A LA CORTE NORTEAMERICANA (POR ENÉSIMA VEZ).


Habitación de un hotel en Baltimore. Gamilei y Karina aguardan la visita de Elon.


GAMILEI (mientras sostiene una motosierra con un moño de regalo): Ramiro era un imbécil malnacido, pero igual lo extraño. Estuvo conmigo desde el primer momento. ¡Qué pena que tuvimos que cortarle la cabeza de pulpo!


KARINA: Te advertí que era un topo.


GAMILEI: Sí, hermana, como siempre, pensás mal y acertás. Sos una MAGA.


KARINA: Nos trajo ese negocio de la cripto que casi nos manda a la cripta. Por suerte, nuestros enemigos no se comportan como tales y pudimos capear el temporal.


GAMILEI: No entiendo de qué me acusan. Tanto escándalo porque difundí eso. Es una ruleta rusa y tocó bala. ¿Qué culpa tengo yo?


KARINA: Ninguna, hermanito. Tenemos que cubrir el lugar que dejó Ramiro. Cuando volvamos te voy a presentar a Caputito para que te ayude.


GAMILEI: No, dejá, no quiero la ayuda de ningún pedófilo.


KARINA: ¿Qué decís? Ca-pu-ti-to. Así le dicen. Cofundís todo.


GAMILEI: Estoy estresado. Me explota la peluca. Extraño también a mi Conan. (Rompe en llanto como un niño. Intenta matarse con la motosierra.) ¡No doy más!


KARINA (le saca la motosierra y le pega un sopapo): ¡Reaccioná! ¡Comportate, querés! Ahí viene Elon. Te acordás lo que tenés que pedirle.


GAMILEI: Sí, sí, perdoná…


KARINA (le devuelve la motosierra): Acá tenés.


Entra Elon. Hace un saludo nazi. Gamilei y Karina responden con el mismo saludo.


ELON: ¡Amigou Gamilei! De vuelta por aquí.


Se abrazan.


GAMILEI: Ja guar iú, Elon? Te traje este regalo para que cortes cabezas en la Casa Blanca.


ELON: Oh, thanks!


KARINA: ¡Fotito!


Elon y Gamilei posan. Elon deja la motosierra.


GAMILEI: Elon, tengo que pedirte un gran faivor.


ELON: ¿Faivor?


GAMILEI: Sí, necesito ver a nuestro fader.


ELON: ¿Qué?


GAMILEI: Fader, vader, padre, papá.


ELON: Ah, papa. Pero no conozcou a él. ¿Acasou no es de tu país?


GAMILEI: No me refiero a ese representante del maligno en la Tierra. Te estoy pidiendo una bilateral con Donald.


ELON: Ok, ok. Eso tiene un preciou.


GAMILEI: Lo que quieras, amigo Elon.


ELON: Necesito todo el litio que tengas.


GAMILEI (después de mirar a Karina y obtener su aprobación, responde con pulgares arriba): ¡Trato hecho!


ELON: Entonces, reunión y fotou tendrás.


GAMILEI: Una cosita más, liti tin, me gustaría conocer a Rocky Balboa.


ELON (haciéndose el boxeador en broma, pero pegándole fuerte en las costillas a Gamilei): Of course, Apollo! Tengou que irme. Thanks por el regalado.


Saludo nazi. Elon agarra la motosierra y sale.


KARINA: ¡Un éxito!


GAMILEI: ¡Sí, voy a conocer a Rocky!



4. EL PADRE, EL PAPÁ, EL PAPA.


Sala de espera del salón oval. Se escucha YMCA de Village People como música funcional. Gamilei y Bertolt aguardan sentados su turno.


GAMILEI (canta para matar la espera): Detrás de todo sólo hay una mujer / Detrás de todo sólo hay una mujer / Ni una diva total / Ni una mujer fatal / Soy Susana, soy siempre igual.


Deja de cantar cuando Bertolt lo mira con extrañeza.


GAMILEI: Yo no soy Susana, la canción es así. (Silencio incómodo. Se presenta, extiende la mano a Bertolt.) Galileo Gamilei, de Argentina.


BERTOLT (sin darle la mano): Bertolt, de Alemania.


GAMILEI: Ah, claro. Ustedes tienen su saludo como Elon. (Hace el saludo nazi. Bertolt no responde.) Comprendo su temor. Pueden acusarlo en su país. En mi país no le pasaría nada porque rige la libertad, carajo. ¿Qué número tiene?


BERTOLT: 95.


GAMILEI: 96, sigo después de usted.


BERTOLT: Es el último por hoy.


GAMILEI: ¿Por qué asunto viene a verlo?


BERTOLT: Estoy escribiendo una ópera sobre él.


GAMILEI: ¿Una ópera? ¡Soy fan! Todos los domingos en mi quinta me junto con amigos a escuchar Turandot. ¿Qué otras óperas inventó?


BERTOLT: La de los tres centavos.


GAMILEI: ¡Uh, qué poco se gana con el arte! Yo puedo pagarle más si hace una opereta de mi vida.


BERTOLT: Por el momento no estoy disponible. Además mi arte no es un espejo que refleje la realidad, sino un martillo para darle forma. No creo que le interese algo así.


GAMILEI: Mientras me haga más alto y sin papada, todo bien, Bertolt.


BERTOLT: Me suena su nombre de algún lado.


GAMILEI: Soy famoso.


BERTOLT. ¿A qué vino?


GAMILEI: Lo mío no es artístico. Necesito plata. Mucha. Para pagar deudas y volver a endeudarme más.


BERTOLT: Robar un banco es un delito, pero peor es fundarlo.


GAMILEI: O fundirlo.


SECRETARIO DE REDACCIÓN (entrando a la sala de espera): ¡95!


BERTOLT (poniéndose de pie): Permiso.


GAMILEI (con asombro, al Secretario): ¿Qué hacé acá?


Bertolt sale en dirección a la oficina.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: Y bueno, necesitaba un cambio de aire.


GAMILEI: Haberlo sabido antes. ¿Le maneja la agenda a…?


SECRETARIO DE REDACCIÓN: No, apenas soy el que canta los números, pero se gana mejor que allá.


GAMILEI: Me alegro por usted. Yo acá, mangueando para la campaña.


De repente, se escuchan gritos y golpes. El Secretario de redacción entra a la oficina. Bertolt huye corriendo con un martillo en la mano. El Secretario sale detrás.


SECRETARIO DE REDACCIÓN: ¡Deténgalo! ¡Intentó matar al presidente a martillazos! (A Gamilei.) Lo siento, no lo va a poder atender. Imagínese. Estamos en medio de una crisis.


El Secretario vuelve a la oficina. Se corta la música funcional.


GAMILEI: Pero… me vine especialmente… ¿qué le digo a la jefa, a los argentinos de bien? (A público.) ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá ayudarme? (Silencio.) ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá ayudarme? (Silencio.) ¡Oh! Y ahora, ¿quién podrá ayudarme? (Se escuchan unos grillos a lo lejos.) Voy a tener que poner el pecho a las balas. Los mandriles no van a poder conmigo. (Simula tener garras en sus manos.) ¡Soy Wolverine! (Siguen los grillos.) No puedo así. Necesito mi traje.


Gamilei se va.




5. EL LIBRO DE GALILEO GAMILEI “DISCORSI COPIATI” ATRAVIESA LA FRONTERA ARGENTINA.


Pequeña ciudad fronteriza con Paraguay. Junto a la barrera de la aduana, juegan unos chiquillos. Sentado sobre una valija, Ramiro espera el examen de sus papeles por el guardia feonterizo.


CHIQUILLOS (cantando): Karina con bata rosa / sentada sobre una roca / la camisa de fuerza se cagó / cuando el invierno llegó / la viste sin alboroto / mejor cagado que roto.


EL GUARDIA FRONTERIZO: ¡Silencio! (A Ramiro.) ¿Por qué abandona Argentina?


RAMIRO: Eh… soy… científico.


EL GUARDIA FRONTERIZO: ¿Se siguen yendo aunque Gamilei cayó hace meses? Déjeme revisar su equipaje.


RAMIRO: Adentro tengo un regalo para usted.


EL GUARDIA FRONTERIZO: ¡Ah, qué atento! ¿En forma de…?


RAMIRO: Sobre, como es costumbre.


EL GUARDIA FRONTERIZO (abre la valija, cuenta los billetes del sobre): Bien, saco un poco más para darle a los chiquillos.


RAMIRO: Adelante.


EL GUARDIA FRONTERIZO (dándole algunos billetes a los chiquillos): Tomen.


CHIQUILLOS (a Ramiro, todos al unísono): ¿Usted es científico?


RAMIRO: Sí.


CHIQUILLOS: ¿Se puede volar por el aire?


EL GUARDIA FRONTERIZO (sacando un libro de Gamilei de la valija): ¿Y esto?


RAMIRO (a los chiquillos): Sí, claro que se puede.


TODOS (mirando al público): Fin.