Los siete platos de arroz con leche


Autor: Lucio V. Mansilla
Adaptación: Martín Seijo

MANSILLA: Ernesto Fontes
ROZAS: Daniel Miranda
MANUELITA: Natalia Fernández Acquier
PADRE: Guillermo Valdez
MADRE: Natalia Olabe
CURIOSO: Paolo Baseggio
VÉLEZ SARSFIELD: Paolo Baseggio
MAXIMO TERRERO: Paolo Baseggio
CURIOSA: Julieta Gibelli / Claudia Mac Auliffe
YEGUA: Julieta Gibelli / Claudia Mac Auliffe
LA MISTER: Julieta Gibelli / Claudia Mac Auliffe

MANSILLA (a público): Nada más que como un muchacho que tiene ojos para ver, pues no asociaba todavía ideas, había yo recorrido Asia, África y Europa, cuando estando en Londres –donde me aburría enormemente, por haber pasado antes por Ibiza, que es la gran golosina de los viajeros jóvenes y viejos- recibí una noticia muy atrasada debido a que no tuve señal por unos días, claro (suena celular con ringtone federal, atiende). Diga.

PADRE: Lucio, soy yo, tu padre.

MANSILLA (tapando el celular para que no escuche el Padre): Yo no pensaba entonces sino en gastarle a mi viejo su dinero lo mejor posible, y de buena fe creía que era económico, porque todo, todo lo apuntaba. (Vuelve a hablar con su Padre.) Hola, Tatita. ¡Que gusto escucharlo! Acá estoy, siguiendo sus buenos consejos, como siempre. (Leyendo de una libretita.) Gasté 5 francos en la planchadora, 9 de pensión, 5 para textos, 10 en velas y 90 en orgías. Andaría necesitado de un nuevo giro, en cuanto usted pueda, por supuesto.

PADRE: Nada de giros. Buscate un trabajo. Urquiza se sublevó.

MANSILLA: ¿Quién?

PADRE: Urquiza.

MANSILLA: ¿Justo, Urquiza?

PADRE: Sí, el ahora salvaje/

MADRE (acercándose al teléfono): Asqueroso.

MANSILLA: ¿Mamá?

PADRE: Hijo de una grandísima…

MADRE: Sátrapa, malandrín…

PADRE: Unitario…

MANSILLA: ¿No era federal?

MADRE: Sobre todo inmundo unitario…

PADRE: …de Urquiza.

MADRE: Pero a tu tío parece no importarle.

MANSILLA (tapando el celular para que no escuchen sus padres, a público): Esta noticia me hizo el mismo efecto… ¿qué voy a decir? Si no hay comparación adecuada posible, porque para mí Urquiza y Rozas (siempre remarca la “z” de Rozas), Rozas y Urquiza eran cosas tan parecidas como un huevo a otro huevo, pero Rozas era mi huevo, perdón, mi tío. La cuestión que al escuchar semejante noticia no pensé sino en volver a los patrios lares. (A sus padres.) ¡Voy para allá!

PADRE y MADRE: ¡No!

Mansilla corta.

MANSILLA (a público): De la política no entendía ni jota. Pero un instinto me decía que mi familia -ésta era entonces todo para mí (hace gesto de dinero)- corría peligro, y me vine para Buenos Aires, cayendo como una bomba en el paterno hogar.

Aparecen los Curiosos.

MANSILLA (a público): Cuando me desembarcaron, los pocos curiosos que estaban en la playa me miraron y me siguieron como si hubiera desembarcado un animal raro.

Lo atrapan con una red.

MANSILLA (a público): Verdad que el público es así: el mismo sentimiento de curiosidad que lo lleva a ver un elefante, lo hace apresurarse a oír al orador tal o a ver la obra cual. Si no cómo se explica el éxito de Stravaganza. No hay, pues, que juzgar los sentimientos populares íntimos por la aglomeración de la multitud. ¿Ustedes qué opinan? Yo no traía, sin embargo, nada extraordinario, a no ser que lo fuera el venir vestido con un airecito muy chic, con sombrero de copa alta puntiagudo (gesto pachanesco), con levita muy larga y pantalón muy estrecho, que estaba entonces en boga, tanto que recuerdo haberle dicho al sastre que me lo hizo: “Hágame un pantalón muy ceñido, pero muy ceñido. Le advierto que si llego a entrar en él, no lo llevo”.

Los Curiosos se ríen y sacan a Mansilla de la red en la que está atrapado.

MANSILLA: Los curiosos me escoltaron hasta mi casa, donde recién supieron que yo había vuelto cuando entraba en ella. (Los Curiosos no se van.) Muchachos, ya pueden marcharse. Gracias por escoltarme. (No se van.) Recuerden que la curiosidad mata al gato.

CURIOSO: Bueno, pero el gato tiene siete vidas, ¿no?

CURIOSA: Yo ya perdí como tres.

CURIOSO: Yo, gracias a Dios, toco madera (se toca los testículos), vengo invicto.

MANSILLA: A mi tío ningún gato se le anima a caer parado. (Pausa.) Y mucho menos, resucitar de entre los muertos.

CURIOSA (a Curioso): ¿Será la comida que les da?

CURIOSO: Es balanceada, me imagino.

MANSILLA (a público): Los Curiosos no entendían que los estaba amenazando. (A Curiosos.) A ver si me explico mejor. Con Rozas, muerto el gato, se acabó la rabia, se podría decir.

CURIOSO: Algo así, por estas pampas, solo se podría decir de Rosas.

CURIOSA: Le aconsejo que tenga cuidado con la Mazorca, amigo, puede perder la cabeza por soltar la lengua de un modo tan altanero.

MANSILLA: ¡Ay, por favor, soy el sobrino predilecto del mismísimo Rozas!

CURIOSO: Mejor nos vamos, che. A éste no le veo mucha cuerda para rato. A ver si quedamos pegados a su infortunio.

CURIOSA: Sí, rajemos. Está bien que seamos curiosos, pero hasta ahí, que acá si estirás el cogote un poquito más allá de lo permitido, de seguro pasás a degüello.

Los Curiosos se retiran. Mansilla va al encuentro de sus padres.

MANSILLA (a público): El gusto que mis padres tuvieron al verme fue inmenso. (Aplaude para anunciarse. Los Padres lo miran con indiferencia y fastidio. Luego de esperar en vano alguna reacción, describe acciones acompañándose de gestos elocuentes.) Me abrazaron, me besaron, me mimaron, me palparon, casi me comieron.

Los Padres siguen inmutables y no hacen nada de lo que dice Mansilla. Cruzan miradas entre ellos como sobrándolo.

MANSILLA (algo desorientado por el desaire de sus propios padres, a público): Los momentos eran de agitación. El loco, traidor, salvaje/

Los insultos que siguen, tienen como destinatario a Urquiza, pero los Padres, iracundos, los escupen en dirección de su hijo.

PADRE: ¡Miserable!

MADRE: ¡Hijo de una gran siete!

PADRE: ¡Bazofia humana!

MADRE: ¡Depravado desagradecido!

MANSILLA (orillando la angustia): Unitario/

PADRE y MADRE: Sobre todo asqueroso unitario.

MANSILLA: …de Urquiza avanzaba victorioso; mas eso no impidió que hubiera gran regocijo, siendo yo objeto de las más finas demostraciones, no tardando en llegar las fuentes desbordantes de dulces, cremas y pasteles (pausa, nada llega) con el mensaje criollo tan consabido…

MADRE: Ah, sí, llegó esto.

Saca de un bolsillo un huevo Kinder y se lo entrega a Mansilla, quien lo abre y lee el mensaje que está en su interior. Mientras, el Padre se pone a armar el objeto que viene de regalo con la golosina y la Madre se come el chocolate.

MANSILLA (leyendo): “Que cómo está su merced, que se alegra mucho de la llegada del niño, y que aquí le manda esto (mira a su Madre que ya se terminó el chocolate) por ser hecho por ella”.

MADRE (luego de eructar para sus adentros): ¡Riquísimo!

PADRE (muestra orgulloso el objeto que armó): ¡Miren!

Aparecen los Curiosos.

CURIOSO: ¿Qué es?

CURIOSA: Una mazorca metida en el ya saben donde de un salvaje unitario.

MANSILLA: ¿Ustedes otra vez?

PADRE: ¡Amigos! ¡Qué alegría verlos por aquí! Pasen, pasen.

MADRE: Ya mismo les sirvo algo de comer.

De repente, aparecen las fuentes desbordantes de dulces, cremas y pasteles que habían sido negadas a Mansilla. Todos se ponen a comer y beber, salvo Mansilla que observa todo azorado.

MANSILLA (desganado, a público): Lo que sigue lo digo aunque no lo sienta. Hago el famoso como si. (Pausa. Se revitaliza para decir el texto.) En medio de aquel regocijo, yo era el más feliz de todos, porque si es cierto que los más felices son los que se van, cierto debe ser también que el más dichoso de todos es el que vuelve.

Padres y Curiosos se ríen a más no poder.

MANSILLA (sigue a público): Dados los antecedentes de mi prosapia y mi filiación, yo no había de tardar mucho en preguntar (a Madre): Mamá, ¿y cómo están mi tío y Manuelita?

MADRE: ¡Qué sé yo! No me hinchés, querido. (Por los curiosos.) ¿No ves que tenemos visitas?

MANSILLA (a público): Yo no veía la hora de ir a Palermo, y me devoraba la misma impaciencia que tenía por ver las Pirámides de Egipto cuando estaba en El Cairo.

PADRE: ¡Eh, pará, exagerado! ¡Comparar las Pirámides con Palermo, por favor!

CURIOSA (a Mansilla): Ese fue un comentario muy federal.

CURIOSO: Va mejorando, amigo. Si continúa así, puede que llegue a viejo.

MADRE: Dios le da años al que no tiene mente.

MANSILLA: ¡Mamá! ¿Con qué cara digo la línea que viene a continuación?

MADRE: Con la misma cara de idiota de siempre.

MANSILLA (dubitativo, a público): Pero antes de ir a Palermo era necesario darse un poco de reposo; luego, una madre que recupera a su hijo no se desprende tan fácilmente de él, sobre todo una madre como la mía, que, por la intensidad de sus afectos, por su educación y tantas otras circunstancias, era moralmente imposible que viera que estábamos en vísperas de una catástrofe.

MADRE: Catástrofe fue traerte al mundo.

PADRE (a Curioso): Hacele de caballito, ¿querés? Volvió hace cinco minutos y ya me cansé de escucharlo.

CURIOSO: No, yo paso. Me duele la espalda.

PADRE (a Curiosa): Bueno, entonces, te toca a vos, yegua.

CURIOSA: ¡Ufa!

Curiosa simula que es una Yegua.

MANSILLA: Descansé, pues, y al día siguiente por la tarde monté a caballo y me fui a Palermo a pedirle a mi tío la bendición.

Se sube a Yegua. Utiliza el pelo de Yegua como si fueran riendas.

YEGUA: ¡Uh, loco, cómo pesás!

MANSILLA: Y eso que todavía no comí los siete platos de arroz con leche.

YEGUA: A la vuelta, pedite un taxi.

MANSILLA (tratándolo como si fuera una Yegua): Tranquila, tranquila. (Avanzan. A público.) El Palermo de entonces me parecía más bello, bajo ciertos aspectos, que el Palermo de ahora.

YEGUA: A no dudarlo, el suelo del Palermo de entonces era mejor que el del Palermo de hoy, como el Palermo de entonces incuestionablemente tenía un aspecto más agreste, más de bosque que el de ahora, cuya simetría comienza a ser de una monotonía insoportable. Y no hablemos de esos nombres ridículos en que dividieron al barrio para hacerlo más cool. Hollywood, Soho, Freud, Lacan, Bucay. ¿Con qué necesidad?

MANSILLA (a público): Me había tocado una yegua ultrafederal. Es que hasta flora y fauna debían jurarle fidelidad a mi tío. Pero es verdad, Palermo no era un foco social inmundo, como los enemigos de Rozas lo han pretendido –por más que éste y sus bufones se sirvieran, de cuando en cuando, de frases naturalistas…

YEGUA (como si relinchara): ¡Strinberg!

MANSILLA: …chocantes…

YEGUA: ¡Grotowski!

MANSILLA: …de mal gusto…

YEGUA: ¡Sofovich!

MANSILLA: …pues Rozas no era un temperamento libidinoso, sino un neurótico obsceno, que Esquirol mismo se hubiese hallado embarazado si hubiera tenido que clasificarlo para determinar sus afecciones mentales de origen esencialmente cerebral.

YEGUA (a público): Algo que no sucedió con José Ramos Mejía, porque no era filipino y porque, basándose en retratos de la época, de los cuales, tomó las medidas de su cráneo, no dudó en tildar “científicamente” a Rosas/

MANSILLA: Rozas. De rozar. Y no hagas comillas, por favor, es odioso y no le queda bien a ningún animal. Ah, y tampoco hables a público. Yo soy el único narrador oficial de esta historia.

YEGUA (mascullando): Lo que faltaba, problemas de cartel. (A público.) Tildarlo, decía, de neurótico.

MANSILLA (a público): Una suerte de Hannibal Lecter, como bien mostrara la Compañía de Funciones Patrióticas en una de sus primeras obras, intitulada La Neurosis de los Hombres Célebres en/

YEGUA: ¡¿Qué es este autobombo impune que estás haciendo?!

MANSILLA: Perdón. (A público.) Por fin llegamos. (Se detiene la Yegua. Baja Mansilla, saca un poco de pasto de un bolsillo y se lo da de comer a la Yegua, que lo escupe y se va enojada.) Serían las cinco de la tarde, hacía calor, no había naide en las casas. Me fui a buscar urgente a Manuelita, a la que no tardé en hallar. (Se entrevé a Manuelita practicándole sexo oral a Vélez Sarsfield.) Estaba en el jardín de las magnolias –que era un bosquecito delicioso de esa planta perenne -, y tenía a su lado, provocando las envidias federales y haciendo con su gracia característica, todo amelcochado, el papel de cavaliere servente, a un sabio jurisconsulto (el hombre se desabrocha el saco y deja entrever la camiseta del Club Vélez Sársfield). Manuelita era casta y buena (se escucha gemido de Vélez Sársfield), gauchita como pocas, y lo mejor de Buenos Aires la rodeaba, por adhesión o por miedo, por lo que se quiera, inclusive ese doctor que ya hemos visto rendido a sus pies, vuelto de la emigración, como tantos otros que, o desesperaban, o estaban cansados de la lucha contra aquel poder personal irresponsable que todo lo avasallaba. Llegar, verme Manuelita y abrazarme fue todo uno.

Manuelita abandona su tarea. Vélez Sársfield se acomoda la ropa.

MANUELITA: I´m sorry, honey. Tengo que cubrir a mi daddy. Lo vino a visitar el pesado de mi primo Lucio que no sé qué cuento le está haciendo a toda esta people y no quiero ser responsable de quitarle timing a su story. La seguimos después en mi personal spa, ¿oki?

Se besan. Vélez Sarsfield se va. Manuelita se acerca a Mansilla.

MANUELITA (exageradamente amable): ¡Amado, primo! ¡I love you! ¡Tantos años separados! ¡Horror de horrores! I miss you very much. How are you?

Se toman del brazo y caminan juntos.

MANSILLA (a público): Volvimos del jardín de las magnolias a los salones de Palermo. Una vez allí le repetí a mi prima que quería ver a mi tío; ella salió a buscarlo (Manuelita empieza a salir), volvió (vuelve), salió nuevamente (sale otra vez), volvió a entrar (Manuelita se frena y se da vuelta con disimulado malestar) y me dijo...

Pausa breve. 

MANUELITA: ¿Ponete de acuerdo?

MANSILLA: No, me dijiste (imitándola): “Tipo que now te recibe”.

MANUELITA: I don´t remember.

MANSILLA (a público): Pero aquel now sería como el tomorrow de nuestras oficinas públicas, un tomorrow que casi nunca llega o que cuando llega ya es demasiado tarde.

MANUELITA: Nada, por algo tenemos blood spanish en las venas, ¿no?

MANSILLA (a público): Yo esperaba y esperaba…; las horas pasaban y pasaban…; no sé si me atreví a interrogar, pero es indudable que alguna vez debí mirarla a Manuelita como diciéndole: “¿Y?...” Y que Manuelita debió mirarme como contestándome:

MANUELITA: Don`t worry. Be happy!

MANSILLA: Allá, como a eso de las once de la noche, Manuelita, que era movediza y afabilísima, salió/

MANUELITA (saliendo): ¡Bien!

MANSILLA: Y volvió.

MANUELITA (volviendo): ¡Fuck!

MANSILLA: Reiteradamente.

MANUELITA: ¡No soy tu joystick, nene!

MANSILLA: Y con una de esas caras tan expresivas, en las que se lee un “por fin”, me dijo: “Dice daddy que entres”.

MANUELITA: Eso. Entrá de una vez. Please! (Saliendo.)

MANSILLA: Y sirviéndome de hilo conductor, Manuelita…

MANUELITA: ¡Otra vez yo!

MANSILLA: …me condujo como Ariadna, de estancia en estancia, haciendo zigzags.

MANUELITA (volviendo, ofuscada, lo empuja hacia uno de los sectores del escenario, y se lo van pasando como una pelota): Come on! Go, go, go! Left, right, up, go, zigzags, zigzags, zigzags and more zigzags. Llegamos. ¿Contento? (Lo sienta.) Tené paciencia, cousin. Ya va a venir.

Sale Manuelita. 

MANSILLA: Yo me quedé sentado, conteniendo la respiración.

Contiene la respiración. Voz en off de Mansilla: “Aquella personalidad terrible producía todas las emociones del cariño y del temor. Mientras lo aguardaba, reinaba un profundo silencio, en mi imaginación, al menos; los segundos me parecían minutos; los minutos, horas; las horas, deshoras”. No aguanta más y vuelve a respirar.

MANSILLA: Mi tío era un hombre alto, rubio, blanco, semipálido, combinación de sangre y de bilis, un cuasi adiposo napoleónico.

Todos se van acercando a Mansilla, quien se desata y se pone de pie.

VÉLEZ SARSFIELD: Lo recuerdo de gran talla, de frente perpendicular, amplia, rasa como una plancha de mármol, fría lo mismo que sus concepciones.

MADRE: De cejas no muy guarnecidas, poco arqueadas, de movilidad difícil; de mirada fuerte, templada por lo azul de una pupila perdida por lo tenue del matiz, dentro de unas órbitas escondidas en concavidades insondables.

PADRE: Nariz afilada y correcta, tirando más al griego que al romano; de labios delgados, casi cerrados, como dando la medida de su reserva, de la firmeza de sus resoluciones.

MANUELITA: Algo very important, ¡no tenía pelo de barba, chicos! Siempre estaba perfectamente afeitado, de modo que el juego de sus músculos tipo que era perceptible.

YEGUA: Unas manos perfectas como formas, y todo limpio hasta la pulcritud.

MANUELITA: El busto recto, abiertas las espaldas, sin esfuerzo estudiado, una cierta corpulencia del que toma su embonpoint, que no es un trago, darling, sino un traje que consiste en un chaquetón de paño azul.

VELEZ SARSFIELD: Con unos cuellos altos, puntiagudos, nítidos.

YEGUA: Su sonrisa no llegaba a ser tierna, siendo afectuosa.

MADRE: Y su timbre de voz era simpático hasta la seducción.

VELEZ SARSFIELD: ¡El hombre que más poder ha tenido en América!

PADRE: ¡Y en el mundo!

MANUELITA (excitada): ¡Guau! ¡Qué machazo! (Ante las miradas reprobadoras del resto.) Sorry, me olvidé que estamos hablando de mi daddy.

MANSILLA: Finalmente, mi tío hizo su aparición.

Entra Rozas. Murmullo generalizado.

VELEZ SARSFIELD: ¿Y la gran talla?

MADRE: ¿Y la mirada fuerte?

PADRE: ¿Y el perfil griego?

YEGUA: ¿Y el juego de sus músculos?

ROZAS: ¡Dios lo haga bueno, sobrino!

Ríen todos, salvo Mansilla.

MANUELITA: What pass con el casting? Too much for me.

Salen todos salvo Rozas y Mansilla.

ROZAS: No sé qué critican éstos. Sus interpretaciones dejan mucho que desear.

MANSILLA (a público, tratando de retomar el relato): Nos sentamos. (Se sientan.) Hubo un momento de pausa, que él interrumpió para decir:

ROZAS: Lo tuyo, Manuelita, por ejemplo, disculpá que te lo diga, es una cruza particularmente extraña entre Moria Casán y Manny, el de las herramientas.

Manuelita le responde con un fuck you.

MANSILLA (a Rozas): ¿Podemos seguir…?

ROZAS: Sí, sí, perdón. Sobrino, estoy muy contento con usted porque me dijeron que no volvió agringado.

MANSILLA (a público): ¡Qué buena no sería su policía! Yo había llegado esa mañana vestido a la francesa, pero seguía siendo tan criollo como el Chacho, el cual, estando emigrado en Chile, que no es Europa, a Dios gracias…

PADRE (desde un costado): ¿Qué te hacés el UNASUR vos?

MANSILLA: …y preguntándole cómo le iba, contestó: “¿Y cómo quiere que me vaya: en Chile y a pie? Cuando hay enqué no hay cónque, y cuando hay cónque no hay enqué. (Se ríe solo.)

ROZAS: ¿Y cuánto tiempo estuvo usted ausente?

MANSILLA (a público): Lo sabía perfectamente. Había estado resentido; no, mejor es la palabra “enojado”, porque me habían mandado viajar sin consultarlo. ¡Alta comedia!

Ríen todos salvo Rozas y Mansilla.

MANSILLA (sigue a público): Cuando mi padre resolvió que me fuera a leer a otra parte la letra chica del Contrato Social, estuve yendo veinte días seguidos a Palermo sin conseguir verlo a mi ilustre tío. Con su sonrisa siempre cariñosa, Manuelita decía:

MANUELITA (que se disponía a retomar su “tarea social” con Vélez Sársfield): ¡Pero la tiene conmigo! (Se pone de pie.) Dice daddy que tomorrow te recibirá.

VELEZ SARSFIELD: ¡Dale, seguí!

MANUELITA: I`can`t, Dalmacio. Necesito concentration.

MANSILLA (a público): El barco que salía para Ghana estaba pronto. Sólo me esperaba a mí. Hubo que empezar a pagarle estadías. Al fin mi padre se amostazó y dijo:

PADRE: Si esta tarde no conseguís despedirte de tu tío, mañana te vas de todos modos; ya esto no se puede aguantar.

MANSILLA (a público): Mas esa tarde sucedió lo que las anteriores: mi tío no me recibió. Y al día siguiente yo estaba singlando con rumbo a los hiperbóreos mares.

YEGUA: ¿Dijo sin glande?

VELEZ SARSFIELD: Parece.

YEGUA: ¡Pobre!

MANSILLA (a público): Sí, Rozas se había enojado; porque, algunos días después de mi partida, con motivo de un empeño o consulta que tuvo que hacerle mi madre, él le arguyó:

ROZAS (en dirección a Madre): Y yo ¿qué tengo que hacer con eso? ¿Para qué me meten a mí en sus cosas? ¿No lo mandaron al muchacho a viajar sin decirme nada?

MADRE (adelantándose un poco): Pero tatita, si ha venido veinte días seguidos a pedirte la bendición y no lo has recibido.

ROZAS: Hubiera venido veintiuno.

Todos ríen y aplauden, salvo Mansilla. Rozas saluda cual capocómico.

MANSILLA (a público): Lo repito: él sabía perfectamente que iban a hacer dos años que yo me había marchado, porque su memoria era excelente. Pero, entre sus muchas mañas, tenía la de hacerse el zonzo y la de querer hacer zonzos a los demás. El miedo, la adulación, la ignorancia, el cansancio, la costumbre, todo conspiraba a favor suyo. Y él en contra de sí mismo. En fin. Interrogado sobre el tiempo de mi ausencia, contesté (a Rozas): Dos años, tío.

ROZAS: ¿Vio mi Mensaje?

MANSILLA (a público): “¿Su mensaje?- dije yo para mis adentros-. ¿Y qué será eso? No puedo decir que no, no puedo decir que sí, ni puedo decir que ni”. Y me quedé en suspenso. (Pone cara exagerada de suspenso. Mantiene esta cara mientras habla, dificultando el decir.) El entonces, sin esperar mi respuesta, agregó:

ROZAS: ¿Qué? ¿No te hablaron en tu casa del Mensaje?

MANSILLA (recuperando la naturalidad): ¡Pero, tío, si recién he llegado hoy!   
  
ROZAS: ¡Ah, cierto! Ahora vas a ver.

MANSILLA (a público, mientras Rozas acciona): Y, esto diciendo, se levantó, salió y me dejó solo, clavado en la silla, y así como quien medio entiende (vivía en un mundo de pensamientos tan raros), vislumbré que aquello sería algo como el discurso de un presidente al Parlamento, bah, eso no es tan importante, sobre todo para un presidente, ¿pues qué otra explicación podía encontrarle a aquel “ahora vas a ver”? (Vuelve Rozas con el control remoto de un dvd. Se suman Yegua y Vélez Sarsfield, ambos con paquetes de pochoclo. No le convidan a Mansilla.) Volvió el hombre que, en vísperas de perder su poderío, así perdía el tiempo con un muchacho como yo, que vive simplemente, que confía en los demás, y dice lo que siente.

Mientras Mansilla habla, Rozas tiene problemas con el control remoto, revisa las pilas, finalmente logra que funcione. Empieza un video con la siguiente carátula que lee en vivo Rozas.

ROZAS: ¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los Malnacidos, Hijos de una Gran Perra Pulgosa, Salvajes e Inmundos Unitarios!

YEGUA y VELEZ SARSFIELD: ¡Mueran!

ROZAS: ¡Muera el Loco, Traidor, Wachiturro, Salvaje e Inmundo Unitario de Urquiza!

YEGUA y VÉLEZ SARSFIELD: ¡Muera!

Lo que sigue es una introducción de Rozas que él mismo adelanta para empezar a ver el Top Five de la Santa Federación. Top five de la Santa Federación Rozas relata las bromas al estilo Tinelli con sus cámaras ocultas. Después del puesto número 3, Rozas aprieta pausa en el control remoto.

ROZAS: ¿Tenés hambre, Lucio?

MANSILLA: Sí.

ROZAS: Pues voy a hacer que te traigan un platito de arroz con leche. (Grita en dirección a Manuelita.) ¡Marche un platito de arroz con leche para la mesa diez!

YEGUA y VELEZ SARSFIELD (homenaje a Yayo): ¡Poné play! ¡Poné play!

Rozas pone play. Sigue el video con el puesto número 2. Rozas relata. Entra Manuelita con una olla llena de arroz con leche, le sirve a Mansilla de mal modo en un plato y se queda a mirar el video. Mansilla se come la porción de un sorbo y le pide a Manuelita que le sirva más tirándole de la manga. Manuelita le sirve. Así sucede tres veces más hasta que Mansilla se da por satisfecho.

MANSILLA: Ya, para mí, es suficiente.

Distraída, Manuelita le sirve otro plato. Mansilla lo come. Manuelita le vuelve a servir por séptima vez.

MANSILLA: ¡Basta, no doy más!

Entre Vélez Sársfield, Yegua y Manuelita, valiéndose de un embudo, le hacen tragar la porción de arroz con leche a Mansilla. Termina el video.

ROZAS: Bueno, sobrino, acá tiene una copia de mi Mensaje. Lo dejo en libertad. (Le entrega a Mansilla un dvd. Grita desaforado.) ¡Manuelita!

MANUELITA: Daddy! Estoy here. No grite así, que me va a dejar deaf.

ROZAS: Lucio se va. (Sale Rozas.)

MANSILLA (a público): Manuelita me miró con una cara que decía afectuosamente…

MANUELITA: ¡Andate de una vez! Please!

MANSILLA (a público): Y me acompañó hasta el corredor.

MANUELITA: Sorry, es very late.

MANSILLA (a público): Eran las tres de la mañana.

MANUELITA: Derechito, al fondo, vas a encontrar a tu little horse. (Se va con Vélez Sarsfield, de la mano.)

MANSILLA (a público): Yo tenía la cabeza como un bombo, y la panza tan llena que no sé cómo aguantaba.

YEGUA: Ah, no, querido, entonces, que te lleve cadorna. (Sale.)

MANSILLA (a público, mientras se acerca a sus Padres): En mi casa estaban inquietos (se ve a Padre y Madre muy distendidos). Me habían mandado a buscar con un ordenanza. Llegué sin saber cómo no (eructa para sus adentros) reventé en el camino. Mis padres no se habían recogido. (Padre y Madre intercambian miradas sugerentes.) Mi madre me reprochó mi tardanza con ternura. (La Madre no hace ni dice nada.) Me excusé diciendo que había estado ocupado con mi tío. Mi padre, viendo lo que llevaba en la mano, me dijo:

PADRE: ¿Qué carajo es eso?

MANSILLA: Es el Mensaje que me estuvo mostrando mi tío.

PADRE (a Madre): ¡No te digo que está loco tu hermano!

MANSILLA (a público): Mi madre se echó a llorar.

MADRE: No, no me sale llorar frente a tanto público. Eso es de la esfera íntima, ¿sabés? (A Padre.) Che, me gustó lo de recogida.

Mansilla se adelanta. Padre y Madre se retiran abrazados.

MANSILLA (a público): Pocos días después, el edificio de la tiranía se había desplomado.

Imagen de una de las torres gemelas viniéndose abajo. Mansilla mira la pantalla y luego al público como dando a entender que él no es responsable de lo que se acaba de ver.

MANSILLA (a público): El 3 de febrero, en la plaza de la Victoria, todos eran decididamente antirrozistas. Algunos conspicuos señores que, poco tiempo antes, habían estado en Palermo reunidos a los pies de Manuelita, gritaban furiosos…

VELEZ SARSFIELD (con remera de Ferrocarril Oeste) y MANUELITA (con barba, tratando de no ser reconocida): ¡Muera Rosas!

MANSILLA (a la turba): Rozas. El apellido es con “z”. Mi tío se puso la “s” después de pelearse con su familia. Como Yrigoyen, que se pasó al bando de los griegos. Y tantos otros, que rompieron a medias con su linaje. Incluso yo, estuve a un tris de/

VELEZ SARSFIELD: Como sea, que muera.

MANUELITA: Sí, que muera.

MANSILLA: No tenés códigos, Vélez Sarsfield.

Vélez Sarsfield y Manuelita empiezan a salir.

MANSILLA: Un momento. Conozco esa figura. (Le quita la barba a Manuelita.) ¡Prima!

MANUELITA: Tengo mis razones (remarca la “z”) para estar acá, in the Victory, gritando contra mi dady. No quiero irme en el “Conflict”, cousin.

Suena la sirena de un barco.

MANSILLA (a público): Pero tuvimos que marcharnos igual, (salen Manuelita y Vélez Sarsfield) algunos para siempre, y otros, por un tiempo. Los Rozas, los Ezcurra, los Mansilla, los Terrero, los Anchorena, los Tynayre, los Legrand. Todos escapando como ratas por temor a la furia unitaria.

De fondo, se observa la partida del barco “Conflict”.  

MANSILLA: Llegué a Europa, pero esta vez en compañía de mi familia. Durante el verano, con mis padres, visitamos a Rozas en su modestísima quintita de 500 hectáreas en Southampton. Junto a él, estaban la fiel Manuelita, Máximo Terrero (levanta la mano), que se terminará casando con Manuelita una vez que Rozas muera…

MANUELITA: Are you crazy? Tanto esperar for nothing (señalando a Terrero).

TERRERO: Ah, claro, porque yo con vos me saqué la lotería, ¿no?

MANSILLA (a público): Y también estaba un negrito al cual mi tío le decía por ironía la Mister (La Mister se está pasando un corcho quemado por la cara).

ROZAS: Ah, bueno, después tienen el tupé de criticarme. ¡Dale, querida, apurate con el corchito quemado!

LA MISTER (avanza con intenciones de partirle su silla en la cabeza a Rozas): ¡¿Quién te crees que sos?! ¡¿Rosas?!

MANSILLA: Rozas.

Terrero y Padre detienen a La Mister a tiempo.

MANSILLA: Estábamos almorzando. Mi tío era sobrio, concluyó antes que los demás y se levantó en dirección al jardín.

Rozas camina tambaleando.

MANSILLA (a público): Yo me apresuré, salí y fui en busca de mi tío. (Se acerca también tambaleante en dirección a Rozas.) Permanecimos un instante en silencio. De repente, él dijo:

ROZAS: ¿En que piensa, sobrino?

MANSILLA: En nada, señor.

ROZAS: No es cierto; está pensando en algo.

MANSILLA: ¡No, señor, si no pensaba en nada!

ROZAS: Si no pensaba en nada cuando le hablé, ahora está pensando ya. Si adivino, ¿me va a decir la verdad?

MANSILLA (a público): Me fascinaba esa mirada que leía en el fondo de mi conciencia, y maquinalmente, porque habría querido seguir negando, contesté (a Rozas): Sí.

ROZAS: ¿A que estaba pensando en aquellos platitos de arroz con leche que le hice comer en Palermo, pocos días antes de que llegara a Buenos Aires el loco?

MANSILLA (a público): El loco era Urquiza.

ROZAS: No, si va ser Hugo Orlando Gatti.

MANSILLA (a público): Y no me dio tiempo para contestarle, porque prosiguió:

ROZAS: A que cuando llegó a su casa a deshoras, su padre (señalando al Padre) le dijo a la Agustinita, mi hermana:

PADRE (a Madre): No te digo que tu hermano está loco.

MANSILLA (a público): No pude negar, queriendo; estaba bajo la influencia del magnetismo de la verdad, y contesté sonriéndome (a Rozas): Es cierto. (A público otra vez.) Mi tío se echó a reír burlescamente.

ROZAS: ¿Cómo es eso? No, no me sale. Me intimida tanto público.

MANSILLA (a público): Luego, dijo: “El gobierno no sirve más que para tres cosas; no se ha descubierto hasta ahora que sirva para más. Sirve para hacer la felicidad de una familia, la de un partido o la de la patria. Yo no logré ninguna de las tres”.

ROZAS: Mentira, mi gente fue feliz mientras estuve en el poder. Vendrán tiempos de escarnio, lo sé. (Acompañan imágenes en pantalla.) Demolerán mi casa y harán un parque temático que llevará por nombre la fecha de mi derrota más dolorosa. Mi dormitorio será suelo de monumento enemigo. No hay problema. Acepto las reglas del juego. Pero llegará el día en que desapareciendo las sombras sólo queden las verdades, que no dejarán de conocerse por más que quieran ocultarse entre el torrente oscuro de las injusticias. Yo sé que al final del camino me espera recompensa, honores, repatriación. Hasta un billete tendré, en el cual habrá espacio también para mi hija.

MANUELITA: Por todas las horas cama que doné a causa de mi daddy.

ROZAS: Renaceré, sobrino, porque habrá personas sensatas que perdonarán algunos excesos de época y rescatarán mi legado del olvido. Volveré en especial gracias a los oficios de un gran caudillo que elegirá este sabio pueblo para conducir/ (aparece en pantalla la imagen de Carlos Saúl Menem año 89 y de inmediato se produce un apagón generalizado que incluye luces y pantalla).

A oscuras.

MANSILLA: ¿Qué pasó?

PADRE: ¿Saltó la térmica?

MANUELITA: Fuck!

LA MISTER: ¿Qué hacemos?

TERRERO: Esperar unos minutos.

MANSILLA: ¿Se sabe algo, Cabina?

CABINA: Al parecer no es un corte en el suministro de electricidad.

MADRE: Se los dije en el último ensayo. Es una maldición. Es mucho peor que el amarillo en el teatro. No tendríamos que haber puesto su imagen.

PADRE: Pará, supersticiosa.

LA MISTER: ¡Qué bajón! Si no vuelve, sonamos.

TERRERO: Tenemos que dejarnos de joder con esto de las funciones únicas, che. Tanto laburar para que nos pase esto.

LA MISTER: Pobrecito el público que se vino hasta acá y no va a poder ver el final.

Vuelve la luz. Alivio generalizado.

ROZAS (a Mansilla): Seguimos. Retomo de un cacho antes, ¿les parece?

CABINA: Video en punta.

MANSILLA (a Rozas): Dale.

MADRE: No, no, salteá lo último que dijiste, por favor.

PADRE: No le hagas caso, fue pura casualidad.

MADRE: Hagan lo que quieran. Yo me voy a reír mucho si se vuelve a cortar la luz.

ROZAS: Al final del camino me espera recompensa, honores, repatriación. Lo del billete. Renaceré, sobrino, porque habrá personas sensatas que perdonarán algunos excesos de época y rescatarán mi legado del olvido. Volveré en especial gracias a los oficios de un gran caudillo que elegirá este sabio pueblo para conducir/ (aparece en pantalla la imagen de Carlos Saúl Menem año 89 y nuevamente se produce un apagón generalizado que incluye luces y pantalla).

MADRE (riéndose): ¡Vieron!

PADRE: ¡Menem y la reputísima madre que te parió!

TERRERO: ¡Turco, nos cagaste en los noventa y nos volvés a cagar ahora!

MANSILLA: No desesperen, muchachos.

CABINA: Es un misterio. Se corta todo pero tenemos corriente.

MANUELITA: Believe it or not! De Ripley.

LA MISTER: ¡Ay! ¿Quién me tocó el culo?

Vuelve la luz. Alivio.

MANSILLA (a Rozas): Seguí donde dejaste. (A Cabina.) Vos no pongas la imagen de/

MADRE: ¡No lo nombres!

CABINA: Ok, entendido. En punta.

ROZAS: Como te decía, sobrino, renaceré gracias a esa persona que no se puede nombrar ni mostrar, quien seguirá los consejos de una eminencia científica del momento (aparece en pantalla la imagen de Pacho O´Donnell y se produce un bajón de tensión sin llegar a apagón como en el caso de Menem). ¡Ah, bueno, así no! (Se va.)

MANSILLA (a público, mientras empieza música del final): A modo de cierre, les dejo un pensamiento. Ahora tenemos Constitución y leyes; nacer, vivir, crecer, desenvolverse, entrar, salir, morirse cuando a uno se le antoja, comprar dólares, mirar a Lanata, son “derechos” que a nadie se le pasa por la imaginación poner en duda; y espero que no tengamos, en ningún tiempo, que volver a recordar aquel dicho de Voltaire: “Un des plus grands malheurs des honetes gens c´est qu´ils sont des laches”. Que en francés quiere decir/

LA MISTER: ¿Eso fue en francés?

MANSILLA: Oui.

TERRERO: Sonó a sueco.

MADRE: O a un perro ahogándose.

MANUELITA: Oh, my dog!

MANSILLA (a público): “Una de las grandes desgracias de la buena gente, es que son cobardes”. (Pausa de reflexión.) ¿O creen ustedes que en tiempos de Rozas no había también gente honrada? (A modo de saludo final.) ¡Paz a los hombres! ¡Gloria en las alturas! ¡Cantad en vuestra jaula, criaturas!

Empieza un lento apagón.

PADRE: Lo de Voltaire, ¿con qué intenciones lo trajiste a colación?

MANSILLA: ¿Perdón?

PADRE: ¿Te estás refiriendo elípticamente a la última dictadura?

MADRE: Silencio, che.

PADRE: ¿Qué querés decirnos? ¿Que todos los que no hicieron nada en los setenta fueron unos cobardes? Porque me parece muy livianito de tu parte, querido. ¿Quién sos para juzgar conductas de una época que ni siquiera viviste?

En pantalla aparece la siguiente placa: “La dirección no se responsabiliza por las opiniones de los actores”.

MANUELITA: Estás flasheando mal, men.

LA MISTER: No, yo entiendo su planteo.

MADRE: Me parece que no es momento ni lugar para discutir algo tan complejo.

A oscuras. La pantalla también se apaga. Siguen discutiendo mientras se acomodan para saludar.

LA MISTER: La comparación con la Santa Federación fue un procedimiento teatral habitual durante la última dictadura para ejercer la crítica sobre el terrorismo de Estado imperante.

TERRERO: Pero eso tuvo sentido antes. Hoy en día Rosas…

MANSILLA: Rozas.

TERRERO: …ya no es visto como un monstruo. Tiene buena prensa. Esa comparación carece de actualidad.

LA MISTER (indignada): ¡¿Una obra como La Malasangre no es actual?!

MANUELITA: That is the question!

MADRE: Paren, por favor. La seguimos en la pizzería. Ahora tenemos que saludar.

PADRE: ¿Reservaste mesa?

MANSILLA: ¿Qué, yo tenía que reservar?

ROZAS: Sillas tenemos.

MANUELITA: Silla, Man-silla. Of course! Ahora caigo.

MADRE: ¡Paren de cuchichear!

Luz para saludo. Sigue música.