Política Casera

Tapa intervenida por Leandro Ibarra
Autor: Exequiel Soria
Adaptación: Martín Seijo


Cuando el público ingresa a la sala se encuentra con los actores escenificando un sinfín de “voto cadena”. Luego se canta el himno.

ACTO PRIMERO

La acción transcurre en el comedor de la casa de la familia Fierro. En escena están Patricio y Dolores.

DOLORES: Hasta que no vea entrar por esa puerta a Luciano, no me voy a tranquilizar.

PATRICIO: Ya te dije que varios amigos que lo acompañaban, me contaron que se bajó en una estación a telegrafiar, se retrasó y perdió el tren.

DOLORES: ¿Y si eso de que perdió el tren es un cuento?

PATRICIO: ¿Por qué pensar en lo malo?

DOLORES: Porque con el gobierno que tenemos, todo anda mal. El gobernador Escobar sabe que viene tu hijo, y por hacerte mal a vos, es capaz de mandar que lo asesinen.

PATRICIO: Él no es el peor.

DOLORES: Ya lo sé, esa basura de Calderón le aconseja todas esas tropelías.

PATRICIO: Calderón. ¡Qué país éste!... Mi antiguo sirviente al que le di de comer tantos años y lo hice gente, convertido hoy en consejero del gobernador y en mi peor enemigo…

DOLORES: Parece mentira que Dios consienta que nos manden estos bandidos.

PATRICIO: Ya van a caer.

DOLORES: Qué van a caer si los protege el presidente de la República, que es el amo.

PATRICIO: Pero los patriotas no consentimos en tener amos.

DOLORES: ¿Y qué van a hacer? ¿Sublevarse?... ¿Otra revolución?... Eso no sirve más que para derramar sangre inútilmente y para que vos te pudras en la cárcel, otros seis meses, si es que antes no me dejan viuda…

PATRICIO: Esta vez vamos a ganar.

DOLORES: Siempre estás soñando con la libertad y con todas esas cosas que decís en tus discursos. Los demás no son como vos, papi. ¡Si te metés a Cristo, salís crucificado!... Ojalá que Luciano no siga tu camino…

PATRICIO: Ese es su deber, imitar mi ejemplo.

DOLORES: A mí me gustaría que no se ocupara de la política sino de sus pleitos.

PATRICIO: ¿Sus pleitos?... Pobres de los clientes que defienda. Hace cinco años que terminó la carrera, y tu hijo mayor en Buenos Aires no se ocupó más que en hacerse el elegante, el buen mozo, ocupación tan poco lucrativa, que si no fuera por el dinero que yo le mandaba todos los meses, ya se hubiera muerto de hambre.

DOLORES: ¿Pero qué querés que haga el pobre?

PATRICIO: ¡Trabajar!

DOLORES: Cuando se case…

PATRICIO: ¿Y con qué va a mantener a su mujer?

DOLORES: Ay, Patricio, su novia es rica… ¡Nada menos que la hija de un ministro! (A la madre.) ¡Qué gran orgullo para nuestra familia el que Luciano se case con ella!

PATRICIO: El orgullo para la familia sería que Luciano dejara de ser un haragán elegante y que se dedicara a algo útil.

DOLORES: Es un muchacho bueno y tiene aún mucho tiempo por delante.

PATRICIO: ¡Pero si Luciano ya pasó los treinta! A esa edad yo tenía medios propios de vida, ganados con mi trabajo.

Tocan a la puerta. Dolores abre. Entra Bermúdez. Decepción.

PATRICIO: Doctor.

BERMÚDEZ: ¿Qué tal amigos?

DOLORES: Esperando todavía al viajero.

BERMÚDEZ: Si hace ya más de tres horas que llegó el tren de Buenos Aires.

DOLORES: Pero él lo perdió en una estación.

PATRICIO: Traémelo al nene.

DOLORES: Sí, sí, después. ¿Quiere un matecito, doctor Bermúdez?

BERMÚDEZ: Muchas gracias, Dolores, me acabo de tomar tres pavas en casa de uno de mis pacientes.

PATRICIO: Entonces fumemos una chala.

BERMÚDEZ: Eso sí.

Bermúdez y Dolores fuman. Patricio se muestra entre sorprendido e indignado. La escena se desarrolla bajo los efectos de la chala, sobre todo en lo que respecta a Dolores.

PATRICIO: ¿Y qué hay de nuevo?

BERMÚDEZ: Se habla mucho del meeting de esta tarde.

PATRICIO: Será una manifestación grandiosa.

DOLORES: Y ganará nuestro candidato.

BERMÚDEZ: Le agradezco sus buenos deseos, señora, pero mi candidatura a la gobernación de la provincia es una equivocación de la bondad de don Patricio.

PATRICIO: La provincia necesita un hombre de sus antecedentes.

BERMÚDEZ: Yo estuve siempre ajeno a la política.

PATRICIO: Eso es un título más a la consideración pública. Usted no tiene enemigos.

BERMÚDEZ: No me ocupé en toda mi vida más que de mis enfermos.

PATRICIO: ¿Y quiere usted un enfermo más grande que nuestro pueblo?

BERMÚDEZ: Pero yo creo que este enfermo se muere antes que llegue el médico a la alcoba del paciente.

PATRICIO: ¿Por qué dice eso?

BERMÚDEZ: Porque nuestros esfuerzos se van a estrellar ante la voluntad del presidente de la República.

PATRICIO: ¿Pero es que esta provincia es un feudo del presidente?

BERMÚDEZ: ¡Ni más ni menos!

PATRICIO: Somos un Estado federal.

BERMÚDEZ: De nombre solamente.

PATRICIO: Por sobre los gobiernos está la Constitución.

BERMÚDEZ: Don Patricio es un sublime enfermo.

DOLORES: ¿Por qué?

BERMÚDEZ: Padece de una enfermedad que se llama “platonismo”.

Bermúdez y Dolores se ríen.

PATRICIO: No hay tal platonismo cuando se empuñan las armas.

BERMÚDEZ: ¿La revolución?

DOLORES: ¿Más sangre aún?

BERMÚDEZ: Le tengo fe a otro medio.

DOLORES: ¿Cuál?

BERMÚDEZ: Como su hijo Luciano va a casarse con la hija de un ministro yo creo que…

PATRICIO: ¡Bah!... ¡Bah!... Esas son ilusiones. Que se case mi hijo con quien quiera, yo no acepto esos procedimientos para llegar al poder. Usted conoce, doctor Bermúdez, cuál es mi escuela política. Aborrezco las medias tintas, los cabildeos, los recuerdos vergonzosos. Llegaremos al gobierno por la línea recta, por el sufragio popular…

BERMÚDEZ: Nos van a cerrar las urnas.

PATRICIO: ¡Las abriremos a balazos!

BERMÚDEZ: Es usted un hombre de hierro.

DOLORES (para sí, medio en burla): Hace honor a su apellido.

PATRICIO: Patricio Fierro no claudica nunca y siempre lo encontrarán de pie dispuesto al combate.

DOLORES: ¡Si esas luchas políticas fueran solamente choques pacíficos de la opinión, si no tuviéramos que lamentar desgracias!... Cada elección ya se sabe: tiros, peleas y disgustos. Voy a traer al bebé. (Sale a los tumbos.)

BERMÚDEZ: ¿Y una conciliación? Hoy mismo me hablaba de esto el señor Calderón.

PATRICIO: ¿Calderón? ¡Ese hipócrita, canalla!

BERMÚDEZ: El se mostraba deseoso de una conciliación y me pidió que hablara con usted, desea venir.

PATRICIO: ¿A mi casa? Que se atreva a pisar esos umbrales y lo arrojo como a un perro.

BERMÚDEZ: ¿Por qué tanto odio?

PATRICIO: ¿Pero usted no sabe todas las que nos hizo?

BERMÚDEZ: Sí, algo escuché.

PATRICIO: Por culpa de Calderón, estuve preso injustamente. No me hable más de él, porque solo al decir su nombre se me subleva la sangre…

BERMÚDEZ: Hablemos de otro, entonces.

PATRICIO: ¿De quién?

BERMÚDEZ: De Cabanillas.

PATRICIO: Ese es un infeliz. Y ahora anda loco porque deja de ser diputado nacional.

BERMÚDEZ: Cabanillas busca también una conciliación.

PATRICIO: Pasteles se llaman esos arreglitos. Lo que busca Cabanillas es que, del acuerdo entre el gobierno y nosotros, salga su recontrareelección de diputado.

BERMÚDEZ: Siempre el maldito interés.

PATRICIO: ¿Y qué es la política para ellos, sino interés? (Aparte.) Colección de intrigantes hambrientos del presupuesto. Hay que arrancarlos de raíz: correrlos y no hacernos cómplices de ellos con acuerdos vergonzosos.

BERMÚDEZ: ¿Es posible?

Patricio no responde.

BERMÚDEZ: Don Patricio, le pregunté si eso es posible.

PATRICIO: Ya dimos a nuestra causa fortuna y tranquilidad. Pero aún nos queda la vida y esa también la vamos a dar, de ser necesario.

Entra Dolores con un bebé en brazos.

DOLORES: ¡Acá está el más bonito de la casa!

PATRICIO: Dame ese tesoro.

Dolores le da el bebé a Patricio y luego se pone a fumar.

PATRICIO: ¡Monín! ¡Preciosura!

BERMÚDEZ: ¡Qué grandote está el muñeco!

PATRICIO: Mire que ojos, doctor.

BERMÚDEZ: ¿El Benjamín de la familia?

PATRICIO: No; éste no será el último, ¿verdad, Dolores?

DOLORES (resignada): Si Dios quiere darme aún más hijos…

BERMÚDEZ: ¿Cuántos son con éste?

DOLORES: Entre muertos y vivos llevamos ya doce.

BERMÚDEZ: Es todo un ejército.

PATRICIO: Que luchará siempre por las buenas causas.

BERMÚDEZ: Ellos seguirán su ejemplo, que es la mejor de las banderas.

PATRICIO: Tomá, Dolores.

Dolores agarra al bebé. En algún momento, le hace fumar chala.

BERMÚDEZ: Es digno de asombro, Don Patricio, que a sus años tenga áun hijos tan hermosos como ese muñeco. Las nuevas generaciones no presentarán casos como el suyo.

PATRICIO: Porque las modernas generaciones quieren imitar en lo moral a los progresos materiales. Mucho ferrocarril, mucha electricidad, y la vida llevada como los trenes expresos, rápidamente, llegan como éstos al final de la jornada, sin vapor, sin fuerzas, sin energía…

Tocan a la puerta.

DOLORES: Ahora sí debe ser Luciano.

Dolores le pasa la chala a Bermúdez y abre la puerta. Entran Cabanillas y Casimiro. Bermúdez y Patricio murmuran a un costado.

CABANILLAS: Buenos días.

CASIMIRO: Salud al gran caudillo enemigo. (A Dolores.) Con el niño en brazos, parece una mamita deliciosa.

DOLORES (a Cabanillas, tratando de zafar del acoso de Casimiro): Mire qué hermoso está.

CABANILLAS: ¡Ay, Dolores! Si supiera cuánto detesto a los niños recién nacidos.

DOLORES: ¿Por qué?

CABANILLAS: Estos animalitos que apenas tienen forma humana me causan una repugnancia…

CASIMIRO: Eso le pasará a usted hasta que tenga hijos. Yo adoro a las criaturas. Dame un beso, lindo. (Besándolo.) Y vos también, linda.

DOLORES (poniendo distancia): Si a usted le gustan los niños es porque tiene mejores sentimientos que el señor Cabanillas.

CASIMIRO: Cómo no me van a gustar si tuve tantos hijos…

DOLORES: ¿Usted?

CASIMIRO: Soy padre de ocho, no, diez… bueno, no estoy muy seguro del número, pero son más de media docena.

DOLORES: ¿Pero no es usted soltero?

CASIMIRO: Eso no es inconveniente para…

PATRICIO: ¡Dolores!

DOLORES (escandalizada): ¡Casimiro!

CABANILLAS: ¿Así que Luciano no llegó?

PATRICIO: No.

CABANILLAS: ¿Y viene a ayudarlos a hacer oposición a nuestro gobierno progresista?

PATRICIO: Luciano va a luchar al lado de su padre por derribar este gobierno que es… como usted dice… progresista, pero tan solo en atropello…

DOLORES: Ya empezó el tiroteo.

CABANILLAS: No hay que ensañarse en odios; olvidemos los agravios y busquemos patrióticamente una conciliación.

BERMÚDEZ: De eso hablaba precisamente hace un rato con don Patricio.

DOLORES (para sí): ¿Condón? (Nota del editor: este chiste es buenísimo, pero el público no lo agarra.)

CABANILLAS: El gobernador tiene las mejores intenciones.

CASIMIRO: Mi primo, el gobernador, es un verdadero patriota.

DOLORES: ¿De dónde sacó Casimiro que usted es primo de Escobar?

CASIMIRO: Pues el parentesco con el gobernador me viene por la rama de los Vega.

DOLORES: No puede ser.

CASIMIRO: Sí, Dolores. El abuelo del gobernador es primo de Juan de la Vega, y éste es cuñado de mi abuela materna…

BERMÚDEZ: Es un parentesco muy lejano.

DOLORES: Usted Casimiro no conoce el entroncamiento de su familia.

PATRICIO: En eso mi mujer es un archivo.

DOLORES: Es pariente nuestro.

CASIMIRO: No, Dolores.

DOLORES: Su abuelo López era primo hermano del mío.

CASIMIRO: Se equivoca, yo soy primo del gobernador.

PATRICIO: ¿Es que por ese parentesco le dan algo?

CASIMIRO: Al contrario. Ahora estoy sin empleo.

DOLORES: ¿Pero no era oficial de tesorería?

CASIMIRO: Renuncié, me mataba el trabajo.

CABANILLAS: Después lo hicieron inspector de rentas.

CASIMIRO: También renuncié; tenía que estar viajando… era muy estresante.

BERMÚDEZ: Luego lo pusieron en el Consejo de Higiene.

PATRICIO: Y también estuvo en la policía y en la municipalidad.

CASIMIRO: Es que yo busco un empleo cómodo. Ahora espero que mi primo el gobernador cree un puesto especialmente para mí.

CABANILLAS: Algo así como un empleo para no hacer nada.

CASIMIRO: ¿Y usted qué hace en la Cámara?

CABANILLAS: ¡Oh! Para un diputado como yo siempre hay trabajo…

CASIMIRO: Pero si en las cuatro veces que lleva de diputado, nunca abrió la boca… Eso sí que es una lotería… estarse dieciséis años de diputado ganando doce mil pesos mensuales por solo hacer la venia cuando vota por la afirmativa.

Ríen todos salvo Patricio.

PATRICIO: Y no es eso lo peor. Hay diputados que apenas abren las sesiones, se les enferma en su provincia un hijo o un tío, y ya se sabe, licencia con dieta.

CABANILLAS: Qué exagerados son ustedes.

BERMÚDEZ: Nos fuimos por las ramas.

CASIMIRO: La rama de los Vega…

Ríen todos, salvo Patricio. Silencio salvo Dolores que sigue riéndose. Todos la miran de mal modo. Patricio le indica que se vaya.

DOLORES: Yo los dejo. Permiso. Me voy a ver al bebé. (Saliendo.) ¡Ay, si acá está! 

Dolores se va con el bebé. Empiezan las negociaciones.

BERMÚDEZ: ¿Cuál sería la base de la conciliación?

PATRICIO: Lo principal es saber quién será el candidato a gobernador.

CABANILLAS: En eso Escobar no negocia. Su candidato es Calderón.

PATRICIO: No me hable una palabra más, señor Cabanillas. En todo cedo, pero en la candidatura de ese miserable traidor… ¡jamás!

CABANILLAS: Pues Calderón será el gobernador.

PATRICIO: Eso está por verse.

CASIMIRO: Pero don Patricio, si Calderón es un hombre bueno, además de ser también mi primo.

PATRICIO (solemne): No hay arreglo posible y me felicito por ello. En los acuerdos políticos siempre hay algo de miedo, de cobardía recíproca, mientras que en la lucha se prueba la virilidad de los pueblos.

Entra Dolores sin el bebé.

DOLORES: ¡Ahí llega mi hijo! Lo vi por la ventana. (Patricio sigue en las nubes.) ¡Patricio, llegó Luciano!

Patricio reacciona. Dolores abre la puerta y entra Luciano. Abrazos, saludos.

CASIMIRO: ¿Qué tal el viaje?

LUCIANO: Muy bien. ¿Qué es de su vida?

CASIMIRO: Ahora sin empleo aunque espero que mi primo el gobernador me dé un puesto nuevo.

LUCIANO: ¿Su primo?

CASIMIRO: Me viene de la rama de los Vega.

DOLORES: Otra vez con eso, se equivoca Casimiro, usted es pariente nuestro, por la rama de los López.

PATRICIO: Dejemos ahora las ramas quietas, por favor.

LUCIANO: ¿Y usted señor Cabanillas?
Foto de la función del 25/05/2010, gentileza familia Miranda


CABANILLAS: Peleando con su viejo por una conciliación.

LUCIANO: Me parece una idea muy patriótica.

PATRICIO: Porque ignorás que la base de la conciliación es la candidatura de Calderón.

LUCIANO: ¡Eso nunca! Calderón no será gobernador.

PATRICIO: Así se habla, hijo. Hoy a la tarde, en el mitin, me gustaría escuchar tu primer discurso.

LUCIANO: ¿Qué?

PATRICIO: Sí, yo quiero que hables…

DOLORES: Te van a aplaudir mucho.

LUCIANO: Yo no puedo hablar.

PATRICIO: No hay excusas que valgan. Preparate un discurso bien enérgico. Yo me voy al comité a ultimar los detalles del encuentro.

BERMÚDEZ: Lo acompaño don Patricio.

Salen Patricio y Bermúdez.

DOLORES: ¿Es verdad que perdiste el tren por ir a telegrafiar?

LUCIANO: Sí, necesitaba comunicar mi llegada de inmediato.

DOLORES: ¿A quién?

LUCIANO: Perdoname, mamá, por ahora es un secreto.

Golpean a la puerta y pasan por debajo una nota. Dolores lee.

DOLORES: De parte de doña Jovita, me felicita por tu llegada.

LUCIANO: ¿Quién es esa doña?

DOLORES: Una antigua relación.

LUCIANO: No me acuerdo.

CABANILLAS: Me imagino que el amigo Luciano sí se acordará de las nuevas relaciones que hizo en Buenos Aires.

CASIMIRO: Por ejemplo, la de algún ministro que tenga una hija buena moza.

LUCIANO: Son ustedes muy curiosos.

CABANILLAS: Todo lo suyo nos interesa.

LUCIANO: Entonces voy a contarles mis amores, ya que no son un secreto para nadie.

CASIMIRO: Largue el rollo nomás.

Otra vez golpean a la puerta y pasan por debajo una nota. Esta vez lee Cabanillas.

CABANILLAS: Doña Dorotea pregunta cómo amaneció usted, Dolores…

DOLORES: Bien, bien.

CABANILLAS: …y además quiere saber cuándo puede ver a Luciano.

CASIMIRO: Volvamos al asunto que usted iba a contarnos.

LUCIANO: ¿De qué hablábamos? Ah, sí, dentro de poco…

Otra vez golpean a la puerta y pasan por debajo una nota. Esta vez lee Luciano.

LUCIANO: ¡Es de Manuel Escobar!

TODOS: ¡El gobernador!

LUCIANO: Está afuera. Quiere verme. Pero por respeto a mi padre, prefiere no entrar a casa. Con su permiso.

CASIMIRO: Si no es mucha molestia, recuérdele al gobernador del empleíto que me había prometido…

LUCIANO: ¿Qué?

CASIMIRO: El empleo.

LUCIANO: Hable claro, hombre, no le entiendo.

CASIMIRO: ¡El empleo! ¡Para mí!

LUCIANO: Es su primo, ¿no? Pídaselo usted.

Sale Luciano.

DOLORES: ¿A qué viene aquí Escobar?

CABANILLAS: Conoce a su marido, quiere evitar la sangre. Seguramente el gobernador le va a pedir a Luciano que interceda para pactar la conciliación.

CASIMIRO: Mi primo es de carácter pacífico.

DOLORES: ¡Y dale con su primo! Voy a hacer unos mates que tanto le gustan a mi hijo.

Golpean a la puerta. Abre Dolores. Entra Pereyra.

PEREYRA: Buenas.

DOLORES: ¿Usted viene a ver a Luciano?

PEREYRA: Acabo de saludarlo. Está afuera con el gobernador. Como ya sé lo que están discutiendo, (seductor) preferí venir a visitarla, Dolores.

DOLORES (avergonzada): Muchas gracias.

CASIMIRO: ¿Y ese empleíto, Pereyra?

PEREYRA: Usted quiere ganar el dinero sin trabajar y así no hay empleo posible.

CASIMIRO: Pero yo, como pariente del gobernador…

PEREYRA: Espere mejor el nuevo gobierno…

CASIMIRO: Es que Calderón no es pariente mío…

PEREYRA: ¿Y quién habló de Calderón?

CASIMIRO: ¿No es él el candidato?

PEREYRA: Eso es historia. El futuro gobernador de la provincia es don Luciano.

TODOS: ¡Luciano!

DOLORES: ¿Mi hijo gobernador?

PEREYRA (abrazándola): ¡Felicitaciones!

CABANILLAS: ¿Y cómo se explica este cambio?

PEREYRA: Ordenes superiores. Parece que el futuro suegro de don Luciano, como jefe de gabinete, influyó en el ánimo del presidente de la República…

CABANILLAS: Y me felicito ardientemente, porque se realiza mi gran ideal, que es la conciliación de los partidos.

DOLORES: ¡Mi hijo mandando a la provincia!

CABANILLAS: ¿Y qué ocurre con los demás puestos?

PEREYRA: Como es costumbre, el gobernador saliente va al Senado nacional.

CABANILLAS: ¿Y mi reelección?

PEREYRA: Eso lo decidirá don Luciano.

CABANILLAS: Señora, si usted supiera cuánta admiración tengo por su hijo.

CASIMIRO: Y yo estuve pensándolo y creo que tiene razón, Dolores, en realidad, no soy de la rama de los Vega, la mía es la de los López. De manera que soy primo suyo y no de Escobar.

CABANILLAS: ¿Supongo que eso que le dije que detestaba a los recién nacido no lo habrá tomado en serio?

DOLORES: ¿Era una broma?

CABANILLAS: Por supuesto. ¡Yo adoro a los bebés! ¿Dónde está esa preciosura?

Cabanillas entra a la habitación en busca del bebé.

CASIMIRO (mientras le quita el mate y el termo a Dolores): Permítame, prima. Yo tengo una mano especial para cebar mates.

Cabanillas aparece con el bebé.

CABANILLAS: Pensar que este niño ya tiene un hermano gobernador… (Arrulla al bebé.)

PEREYRA (leyendo un volante que encontró por ahí): “Al pueblo de la provincia: el gobierno infame que nos tiraniza…”

DOLORES: No lea eso.

PEREYRA: La primera firma es la de don Patricio.

DOLORES: Exageraciones de mi marido. Hay que quemar esos papeles.

PEREYRA: Yo me encargo. Fui secretario de tres gobernadores, y espero que don Luciano me conserve a su lado. ¿Usted le va a hablar de mí?

DOLORES (embobada): Siempre hablo de usted.

CABANILLAS: ¡Y de mí!

CASIMIRO: ¡Y no se olvide de mí, querida prima!

DOLORES: Deme el niño, Cabanillas.

CABANILLAS: No, de verdad, no me molesta.

Forcejean. Entra Patricio muy enojado.

PATRICIO: Está asustado. Por eso viene a ver a Luciano. Caradura, quiere usar a mi hijo para convencerme de aceptar la candidatura de Calderón.

DOLORES: Por favor, todos vayan adentro.

Todos hacen caso.

DOLORES: ¡Cabanillas, el bebé!

Cabanillas se lo entrega y se va con el resto para adentro.

PATRICIO: ¡Qué impunidad! Todavía tiene el tupé de venir a mi propia casa, como si no hubiera pasado nada entre nosotros.

DOLORES: Patricio, escuchame. Es importante.

PATRICIO: ¿Qué pasa?

DOLORES: Pereyra dice que Escobar desistió de la candidatura de Calderón.

PATRICIO: Ah, bueno, en ese caso, si mis amigos aceptan la conciliación yo también la aceptaré. ¡No tengo interés personal en juego!

DOLORES: Pues ahora el candidato es… (Entra Luciano.) Mejor que te lo diga tu propio hijo.

Sale Dolores.

PATRICIO: ¿Quién es el nuevo candidato?

LUCIANO: ¡Yo!

PATRICIO: ¿Vos?

LUCIANO: Sí, papá.

PATRICIO: Ya veo venir la intriga, quieren desarmarme.

LUCIANO: ¿Qué intriga? No seas paranoico. Escobar no hace más que cumplir las órdenes del presidente. En los nuevos arreglos él irá al Senado. Todo se lo debemos a mi futuro suegro.

PATRICIO: Los mismos vicios de siempre. ¿A Calderón que le dan?

LUCIANO: Irá a la Cámara de Diputados.

PATRICIO: Yo acepto la conciliación con cualquier candidato que no sea ni Calderón ni mi hijo.

LUCIANO: Pero…

PATRICIO: Hoy mismo, enseguida, ya, sin perder más tiempo, escribí tu renuncia a esa candidatura que es la claudicación de mis principios y la deshonra de mi vejez.

LUCIANO: No voy a renunciar. Yo tengo derecho como cualquier otro a entrar en el gobierno.

PATRICIO: Se debe entrar en todas partes por la puerta y no por las ventanas.

LUCIANO: ¿Qué me querés decir con eso?

PATRICIO: Se debe entrar con la llave y no con la ganzúa.

LUCIANO: No te entiendo.

PATRICIO: ¿Qué méritos tenés para ser gobernador? Toda tu vida pública se reduce a haberte hecho novio de la hija de un ministro.

LUCIANO: Bastante histérica, por cierto.

PATRICO: Ese es un medio vergonzoso, eso es ir a robar la cosa pública. El derecho de hacer gobernadores es del pueblo y no de los ministros, que hacen de la provincia la dote de una novia.

LUCIANO (burlándose): Los tiempos cambiaron. Tus ideas ya son viejas.

PATRICIO: La virtud y el civismo no envejecen nunca. Te ordeno escribir de inmediato esa renuncia.

LUCIANO: Ya no soy menor de edad.

PATRICIO: Pero bien que vivís de mis recursos.

LUCIANO: Bueno, por eso, si llego a la gobernación voy a tener mi primer sueldo.

PATRICIO (aparte, angustiado): Yo, el viejo revolucionario, en contra de todos los gobiernos malos no me acordé de que había hijos revolucionarios, en contra de los padres buenos.

LUCIANO: ¡Papá! Estoy acá, por favor, no hablés solo.

Entra Dolores. Se asoman Pereyra, Cabanillas, Casimiro y el bebé.

DOLORES: ¿Qué hay de la conciliación?

PATRICIO: La división de la familia.

DOLORES: ¿Cómo? ¿Te oponés a que Luciano sea gobernador?

LUCIANO: No pienso renunciar a mi candidatura.

DOLORES: Me duele que Patricio no esté de acuerdo con vos, pero duele mucho más que no obedezcas la voluntad de tu padre.

LUCIANO: No es mi culpa.

PATRICIO: ¡Es mía, ya lo sé! (Aparte.) Yo también padecí esta aberración nacional, de tener un hijo doctor en la familia, porque ese título sonoro es como un escudo de nobleza. Si lo hubiera hecho labrador, industrial o cualquier otra cosa sería más útil a la Patria.

LUCIANO: ¡Papá!

PATRICIO: Pero puse mi afán en que consiguiera un diploma que colmara la vanidad de mi casa. Aquí están los resultados.

LUCIANO (a Dolores): Otra vez hablando solo.

DOLORES: ¡Patricio!

PATRICIO: Mi heredero pertenece a una legión de sabios incipientes que no saben vivir de su profesión…

DOLORES: ¡Acá está tu familia!

LUCIANO: ¡Papá, no nos asustes!

PATRICIO: …que tienen el título de adorno, y que en su mediocridad tienen que defenderse de las luchas de la vida, con las intrigas políticas, con las bajas transacciones, con las miserias morales.

DOLORES (abrazándolo): Pará, Patricio, no te exaltes.

PATRICIO (a Luciano): Considerame desde ahora como tu enemigo. Y dos enemigos no caben en el mismo techo.

LUCIANO: ¿Me estás echando de casa?

DOLORES: ¡Yo no quiero que se vaya!

PATRICIO: ¡Pero yo lo mando y se acabó la discusión!

Luciano se va de la casa. Los tres fisgones quedan adentro de la habitación. Dolores entra también a la habitación. Patricio queda solo. Fin del acto.


ACTO SEGUNDO

En escena Bermudez y Patricio. En off se escuchan las voces de los revolucionarios.

Foto de la función del 25/05/2010, gentileza familia Miranda
BERMÚDEZ: ¡Viva don Patricio!

REVOLUCIONARIOS: ¡Viva!

PATRICIO: Llegamos al momento final. En el compromiso que aquí nos encadena vamos a jugarnos la vida. Yo sé que nuestros seres queridos pueden atarnos el corazón más fuertemente que el amor a la patria. Por eso, estamos aún a tiempo, vamos a vencer o morir y el que quiera volver a su hogar, el que esté arrepentido de la acción que vamos a emprender…

REVOLUCIONARIO 1: ¡A la lucha!

REVOLUCIONARIO 2: ¡A morir o vencer!

REVOLUCIONARIO 3: ¡Mi mujer es una bruja, prefiero morir en la plaza antes que volver a mi casa!

Risas.

PATRICIO: Entonces, ¿estamos todos dispuestos?

REVOLUCIONARIOS: ¡Todos!

PATRICIO: ¡Adelante, entonces! Ya saben cual es mi plan. Inmediatamente después de nuestro empuje, Bermúdez atacará el Cabildo con su gente.

REVOLUCIONARIO 2: ¡Sos un genio!

PATRICIO: No, no soy un genio. Si lo fuera, haría desaparecer a más de uno. A Escobar, a Calderón y a mi propio hijo Luciano. Pero soy mortal y estoy muy orgulloso de serlo.

Aplausos.

BERMÚDEZ: Ya es hora.

REVOLUCIONARIOS: ¡A la lucha!

PATRICIO: ¡Que Dios nos ayude!

Salen. Entra Dolores.

DOLORES: ¿Qué es todo ese alboroto, Patricio? Se va a despertar el bebé. ¡Ay, maldita política! ¡Es hoy! ¡La revolución! ¡Y yo que tenía un té canasta! ¡Esos hombres solo piensan en devorarse como fieras! ¿Por qué se olvidan de que matándose ellos desgarran los corazones de tantas madres?

Golpean a la puerta. Abre Dolores. Entra Luciano.

DOLORES: ¡Hijo!

LUCIANO: ¿Y papá?

DOLORES: Eso mismo te pregunto.

LUCIANO: Yo venía a avisarle que el gobernador decidió detenerlo porque descubrió el movimiento revolucionario que está tramando.

DOLORES: ¡Es tarde!

LUCIANO: Si recién son las ocho de la mañana.

DOLORES: ¡La revolución ya empezó!

LUCIANO: ¡No! ¿Se adelantó?

DOLORES: Será un día de luto. Preparémonos.

LUCIANO: Con este escándalo se cae para siempre mi candidatura.

Golpean a la puerta.

BERMÚDEZ: ¡Abran, soy el doctor Bermúdez!

Abre Luciano. Entra Bermúdez llevando a Patricio.

BERMÚDEZ: ¡Lo hirieron ni bien empezó el enfrentamiento! Fue una emboscada. Nos traicionaron.

Luciano y Bermúdez ayudan a acostar a Patricio.

DOLORES: ¡Patricio, mi amor!

PATRICIO: No es nada… tan sólo un arañazo… una bala curiosa que quería verme el corazón y equivocó el camino.

Patricio se intenta poner de pie.

BERMÚDEZ: Necesita reposo. Tengo que curarlo.

PATRICIO: ¿Qué hace acá Luciano?

BERMÚDEZ (mientras lo cura): No se enoje, don Patricio, eso le hace mal.

PATRICIO: Lo que me hace mal, lo que me enferma, es su presencia.

LUCIANO: Perdón, papá, vine a casa solo para avisar que iban a detenerte. Mejor me voy.

PATRICIO: Quedate. Me avergüenza que no cumplas con tu deber.

LUCIANO: Tenés razón. Al verte herido, derramando tu sangre para cimentar la causa que defendés, comprendo tu grandeza y veo mi pequeñez. Yo no debo luchar contra mi padre. Voy a renunciar a mi candidatura.

PATRICIO: Demasiado tarde.

LUCIANO (sacado): Entonces, ¿qué mierda querés que haga para complacerte?

DOLORES: ¡Luciano!

LUCIANO: Es que me marea.

PATRICIO: Simplemente quiero que seas consecuente con tus compromisos, hijo. Tu candidatura hace que en este momento se derrame sangre. Ya se derramó la mía, y vos, ¿qué hacés? ¿Por qué no estás defendiendo con tu vida a los que luchan por tu causa?

LUCIANO: ¿Qué me estás aconsejando?

PATRICIO: Que no seas nunca un desertor, un tránsfuga. Si decidiste, en contra de mi opinión, abrazar la causa del despotismo, ya no tenés tiempo para arrepentirte.

LUCIANO: ¿Entonces?

PATRICIO: ¡Andá a pelear por los tuyos como yo lo hice por los míos!

LUCIANO: ¿Los tuyos, los míos? No alcanzo a comprender lo que querés decirme.

Patricio se desmaya. Revuelo a su alrededor. Fin del acto.


ACTO TERCERO

Tocan a la puerta. Abre Dolores. Entran Casimiro y Cabanillas con frío.

CASIMIRO: Venimos a ver a don Patricio.

DOLORES: Lo está revisando el doctor Bermúdez.

CABANILLAS: ¿Y su hijo, el señor gobernador Luciano Fierro?

DOLORES: No se encuentra. Creo que está cenando en la casa de gobierno. Permiso, tengo que preparar mi vestido para la fiesta de asunción.

CABANILLAS: Vaya, no se preocupe por nosotros, lo esperamos acá a su marido.

CASIMIRO: Hasta luego, (tomándose el pecho) Dolores de mi corazón.

DOLORES (falsa): ¡Qué ocurrente, Casimiro!

Sale Dolores. Casimiro y Cabanillas toman asiento.

CASIMIRO: Digame, Cabanillas, ¿a quiénes elegirán finalmente de senador y diputado?

CABANILLAS: El presidente quiere imponer a Escobar de senador y a Calderón de diputado, pero Luciano no acepta.

CASIMIRO: Si yo fuera al senado, cuánto trabajaría…

CABANILLAS: ¿Usted?

CASIMIRO: Sí, y usted tendría que ir de diputado. Nuestra dupla sería la salvación de esta pobre provincia.

CABANILLAS: Sí, hay que salvarla. Sacrifiquémonos por ella.

Se miran. Se ríen. Vuelve Dolores. Casimiro y Cabanillas se ponen de pie.

DOLORES: Patricio dice que pasen.

CASIMIRO (a Cabanillas): Yo desearía ver antes al gobernador.

CABANILLAS: Por ese asunto…

CASIMIRO: Con probar…

CABANILLAS: Sí, sí, entonces, mejor venimos después a ver al viejo.

CASIMIRO: O mañana.

CABANILLAS: Sí, mejor mañana.

DOLORES: Mañana se va a pasar el día a la quinta del doctor Bermúdez.

CASIMIRO: Entonces volveremos el lunes.

CABANILLAS: O la otra semana, es lo mismo, no hay prisa.

CASIMIRO (galán): Nos vemos en la fiesta, ¿ok?

Salen ambos. Aparece Luciano.

LUCIANO: ¿Se fueron los pesados?

DOLORES: Sí, los mandé a la gobernación.

LUCIANO: Bien hecho, gracias.

DOLORES: ¿Te vas a tu casa?

LUCIANO: Sí, me está esperando el enviado del señor presidente de la República.

DOLORES: ¿Qué decidiste?

LUCIANO: Voy a seguir el consejo que me dio papá. No aceptaré ninguna imposición.

DOLORES: De modo que Escobar…

LUCIANO: ¡Está muerto!

DOLORES: ¿Y Calderón?

LUCIANO: ¡También!

DOLORES: ¿Y quiénes serán tus candidatos?

LUCIANO: No lo tengo definido aun.

DOLORES: ¿Por qué no le das la diputación al primo Arturo?

LUCIANO: Imposible.

DOLORES: ¡Pero hijo, sé más complaciente con tu madre!

LUCIANO: Es absurdo lo que me pide mamita. El “primi” jamás vivió en esta provincia; es porteño, y para ser diputado se necesita por lo menos dos años de residencia…

DOLORES: Eso se arregla.

LUCIANO: Lo dice claramente la Constitución.

DOLORES: Hablar de Constitución con un gobernador es una ridiculez.

LUCIANO: Bueno, bueno, ustedes las mujeres no entienden de política.

DOLORES: Para los hombres la Constitución es lo mismo que para nosotras el corset, que lo ceñimos o aflojamos, según la conveniencia. Eso es lo que ustedes hacen con el pueblo, ¿no?

LUCIANO: Lo que me pedís es imposible.

DOLORES: ¿Y un empleíto para don Casimiro? Es de la familia y está sin colocación.

LUCIANO: Bueno, arreglá eso con Pereyra, mi secretario. Yo me voy a la conferencia.

DOLORES: ¡Fuerza, hijo!

LUCIANO: ¡Ya verán qué gobernador! (Se acuerda antes de salir.) Ah, mi mujer quería que la ayudes con su vestido.

DOLORES: Decile a Clara que ahorita voy.

LUCIANO: Es una toilette de las mejores que han salido de la Rue de la Paix, de París. En Buenos Aires no se hacen prendas como ésa.

DOLORES: Debe ser una maravilla.

LUCIANO: Es epatant.

DOLORES: Ay, quiero verlo ya mismo.

Aparece Bermúdez.

BERMÚDEZ: Don Patricio la llama.

DOLORES: ¿Le pasa algo grave?

BERMÚDEZ: No, él se encuentra bien.

LUCIANO: Hasta luego.

Sale Luciano.

DOLORES: Si no es nada urgente, primero voy a ir ver el vestido de mi nuera.

Aparece Pereyra.

DOLORES: Pereyra, ¿cómo está?

PEREYRA: Con frío, pero se me está pasando con sólo verla, Dolores.

DOLORES (acalorada): No diga.

PEREYRA: ¿Su marido?

DOLORES: Recuperándose, ¿no es así, doctor?

BERMÚDEZ: El paciente evoluciona satisfactoriamente.

PEREYRA: ¡Qué pena… que haya tenido que pasar por todo esto!

DOLORES: Luciano me dijo que hable con usted para conseguirle un puesto a mi primo Casimiro.

PEREYRA: No se preocupe. Pensaré en donde ubicarlo.

DOLORES: Gracias. ¿Nos vemos en la fiesta?

PEREYRA: Por supuesto. ¿Don Patricio va a ir?

DOLORES: No sé, ¿qué opina doctor?

BERMÚDEZ: No lo aconsejo en una noche como ésta. El frío podría desgarrar mortalmente sus pulmones. Es más, sugiero que alguien se quede a su lado.

DOLORES: Estaré a dos cuadras. No es bueno hacer sentir a Patricio más enfermo de lo que está. Me espera Clara. ¡Adiós!

Pereyra se queda mirando la salida de Dolores.

BERMÚDEZ: ¿Y mi cargo?

PEREYRA: Puede tomar posesión del Departamento de Higiene cuando guste.

BERMÚDEZ: ¿Y el empleo para mi sobrino?

PEREYRA: Mañana mismo será extendido el nombramiento.

BERMÚDEZ (efusivo): Le agradezco la gestión.

Aparecen Casimiro y Cabanillas, con frío.

CABANILLAS: Lo estábamos buscando Pereyra. ¿Usted sabe dónde está el señor gobernador?

PEREYRA: En una reunión muy importante. Ah, Casimiro, hablé con Dolores. Le tengo reservado un puesto.

CASIMIRO: Yo quiero ser senador.

Se ríen Bermúdez y Pereyra.

PEREYRA: Hablemos en serio.

CASIMIRO: Dígame, ¿cuál es el puesto que tiene reservado para mí?

PEREYRA: Director del festival de teatro.

CASIMIRO (indignadísimo): ¡¿Qué?! ¿Usted por quién me toma, Pereyra? ¡Me insulta con ese ofrecimiento! Yo soy descendiente de los antiguos López…

PEREYRA: Es eso o mayordomo del señor gobernador.

CASIMIRO: Ahora sí mejora la oferta. Camisas, enaguas, calzones. Es un puesto de confianza. Con llegada directa a don Luciano. (Diciéndolo para convencerse.) Mayordomo mayor.

PEREYRA: No, disculpe, mayordomo a secas.

CASIMIRO: No voy a poder solo. Necesito a alguien a mi cargo.

PEREYRA: Bueno, le buscaré un mayordomo menor. (A Bermúdez.) Este año voy a tener que hacer malabares con el presupuesto.

CABANILLAS: ¡Señor gobernador!

Aparece Luciano, con frío.

PEREYRA: ¿Y la conferencia?

Foto de la función del 25/05/2010, gentileza familia Miranda

LUCIANO: Me mostré muy firme en mi posición. Ofuscadísimo, el comisionado del presidente se levantó de su silla para retirarse, se asomó a la ventana y me dijo: “¿Qué edificio es ése que está enfrente?”, a lo que yo le contesté: “Es el cuartel del regimiento de infantería”. Entonces él me replicó: “Si mis argumentos no le convencen, si la palabra del presidente de la República no es acatada, los argumentos de acero de ese cuartel le convencerán pronto”.

BERMÚDEZ: ¿Y entonces?

LUCIANO: Quedé convencido.

CABANILLAS: De modo que el senador será Escobar.

CASIMIRO: Y el diputado Calderón.

PEREYRA: Mirándolo bien, es preferible esta solución de concordia antes que la anarquía.

BERMÚDEZ: Sí, el señor gobernador necesitó de mucho valor para dominar sus impulsos en aras de la gobernabilidad.

Todos asienten.

LUCIANO: No se hable más del asunto. Está por empezar mi fiesta. No quisiera hacerlos esperar a Escobar y a Calderón.

Salen, cerrando la puerta. Aparece Patricio, que escuchó todo.

PATRICIO (hipersolemne): Mis enemigos triunfan. Todo por obra de mi hijo. Viejas luchas empeñadas por mí, sangre humana que yo hice derramar por el triunfo de mi causa, lágrimas de madres, de esposas, de niños, vertidas en los sacrificios realizados por mis ideales… ¿De qué sirvieron? ¿Dónde está la justicia? ¿Dónde el premio a mis afanes? ¡Todo se derrumbó! ¡Ni prestigio, ni honra, ni familia, ni nada! Soy un puñado de huesos viejos que pisotean mis enemigos. Ellos son el éxito, yo el desastre. Allá la victoria, el placer, la risa… acá la derrota, el dolor, la soledad… ¿Y tengo que resignarme? ¡No! ¡Yo debo protestar contra esa fiesta que me roba a mi familia! Doctor Bermúdez: usted tuvo una brillante idea al explicarme eso de la congestión pulmonar. ¡Ja, ja, ja! ¡Qué alegría siento en amargarles la fiesta! (Abre la puerta. Viento.) ¡Ven a mí, viento que ruges; mátame y serás menos cruel que mi hijo! ¡Que se abra la herida y que entre la muerte! ¡La muerte es la libertad! ¡Qué frío! ¡Parece la hoja de un puñal! ¡Esta noche mi cadáver será la protesta! ¡Libertad! ¡Justicia! ¡Revolución! ¡Patrañas! ¡La Patria patraña también! ¡No hay Patria sin familia, y la mía ha degenerado! Ya siento algo… aquí dentro… que se desgarra…

De repente, Patricio se toma el estómago y sale corriendo en dirección al baño.

PATRICIO: ¡Me cago!

Entra a escena la banda de vientos. Apagón.